(Foto: GEC)
(Foto: GEC)

Las reuniones de los Rojo López son inmensas y coloridas. Empiezan en la tarde y terminan por la mañana. No entra un alfiler más en los muebles, la mesa es un bullicio y los niños invaden los cuartos de los tíos: casa repleta siempre. Respetuosos y orgullosos de nuestros ancestros, la buena comida no falta. Y no solo se come bien, también se come mucho. En exceso.

Los abuelos son el rostro de la generosidad. Antes de preguntar si gustas un plato más, ya te están sirviendo. Te ofrecen todo lo que tengan. No les sobra. Es más, a veces puede faltar, pero toda visita debe ser tratada como un invitado de honor. Ellos no aceptan un no por respuesta y se ofenden si dejas en el plato o rechazas una oferta. Al irte, te alistan comida para llevar, y te despiden con un abrazo más fuerte que con el que te recibieron.

Los cumpleaños son una fecha especial. Y la costumbre es un abastecido y completo buffet criollo. Los sabores son muchos, y hay suficiente para el almuerzo, lonche, cena y desayuno del día siguiente. Nadie se puede ir sin probar todo y brindar con un vaso de cerveza o un trago de pisco puro. La tradición es esa y no hubo situación extrema que la rompa. Hasta ahora.

Marzo de 2020 quedará en la memoria de la familia Rojo López como el cumpleaños más atípico de la abuela. El estado de emergencia, producto de una pandemia que ya suma 16 muertos en nuestro país, nos obligó a celebrar desde nuestras casas. Pero con el mismo cariño. La forma cambió; la tradición, no.

Entonces, en la casa de la abuela se preparó pachamanca. Mamá hizo una carapulcra de chancho y pollo. Unos tíos cocinaron otros platos típicos, y a cierta hora, todos se conectaron por videollamada. A sus más de 70 años, en los que nunca tuvo un celular, la abuela vio cómo sus hijos y nietos compartían juntos. Ya no en la misma mesa, pero sí en la misma pantalla.

El brindis fue a lo lejos. Los abrazos fueron simbólicos. El ‘Happy Birthday’ tuvo problemas de conexión -tal vez de Wifi-. Pero la alegría fue inmensa. El cumpleaños de la abuela fue una fiesta. Una colorida. Una distinta. Una hermosa. No negaré que se extrañó salir. Pero qué importa. Los cuerpos pueden estar lejos, pero nunca los corazones. Somos familia.