A pocos días del evento más importante del fútbol, aparecen informaciones que revelan la manera como Rusia ganó la elección para albergar el Mundial 2018, que sacudió a las altas esferas de la FIFA y provocó cambios importantes.
Debemos recordar que Inglaterra estaba segura de que en 2018 el fútbol volvería al país en el que nació. Los altos funcionarios encargados de la candidatura británica para ser la sede del Mundial consideraban justo que, a medio siglo del torneo de 1966, el país vuelva a organizarlo, y menospreciaban la apuesta de quien finalmente se alzó con los votos: la Rusia de Vladimir Putin.
Todo comenzó cuando Christopher Steele, famoso ahora por un polémico dossier sobre el presidente estadounidense Donald Trump, había recibido un dato: el presidente ruso estaba muy interesado en el fútbol y organizar el Mundial 2018.
Steele, un experto sobre el gigante euroasiático, conocía las viejas tácticas y artimañas empleadas desde la época de la Guerra Fría, por lo que nada podía sorprenderlo. La poca preparación que presentaba (tanto en infraestructura, como en economía o hasta en figuras atractivas a nivel mundial) no serían un problema para impulsar su candidatura y buscar imponerla al resto de países de la FIFA.
Las corporaciones británicas que lo contrataron, llenas de optimismo y seguridad, recibieron meses después un reporte preocupante. Según el periodista Ken Bensinger, Steele presentó un informe con evidencias sobre el accionar de funcionarios y oligarcas rusos desplegando estrategias sospechosas para su objetivo: el Mundial 2018.
El documento alega que el gobierno firmó contratos de gas (uno de los mayores activos del estado) con otros países a cambio de votos. Los costosos regalos, una lamentable tradición en la FIFA, no escasearon para los representantes, con valiosas obras de arte.
Tal vínculo no solo inició la relación que lo llevó a las indagaciones sobre el magnate, también es el origen de la monumental investigación de la agencia estadounidense contra la FIFA, cuando todos la veían como intocable. El caso significó la renuncia de Blatter y el arresto de altos funcionarios del organismo.
Desde entonces, el gobierno ruso ha sido acusado de interferir en elecciones de otros países, apoyar ciberdelitos en otras naciones, envenenar con agentes nerviosos a sus enemigos, invadir Ucrania y apoyar a una sangrienta dictadura en Siria. Pese a las sanciones y el rechazo de Occidente, Putin ganó con abrumadora diferencia unas elecciones carentes de legitimidad y se apresta a hacer rodar la pelota con miles de millones de ojos puestos sobre el país, en una nueva oportunidad para vender la imagen que quiere al mundo. En ese contexto se llevará a cabo el Mundial 2018.