La última fecha doble FIFA se disputó con novedades para la selección peruana, más allá de la alegría por el triunfo sobre Brasil, el segundo conseguido en la era de Ricardo Gareca’. Primero está la certeza de saber que a veces viene bien cambiar. Ricardo archivó, por lo menos durante noventa minutos ante el Scratch su clásico sistema de 4-2-3-1 y no se acabó el mundo.
No subió el dólar, no se observó ningún eclipse por Lima o se descubrió algún chanchito que pueda volar. Que el entrenador de la selección repare que todos los partidos no son iguales, que nuestros jugadores conocen esa forma de pararse pero los rivales también y que haya asimilado las derrotas ante el equipo de Tite en la Copa América donde en dos partidos nos anotaron ocho goles, es sin duda una buena noticia.
Yoshimar Yotún, Aquino, Tapia… Una línea para marcar y presionar. Un tridente para correr y jugar. Los dogmas son más para los templos que para los estadios.
Y está también el protagonismo de alguien que no nació en nuestra tierra que parece haber llegado con todas las intenciones de quedarse. Mientras sus ahora compañeros de selección veían números musicales de huayno o marinera en el colegio, él seguía los movimientos del candombe o la milonga.
Pero qué importa que escuche algún tema romántico de Los Iracundos rompiendo la tendencia salsera que gobierna el vestuario bicolor si en la cancha se junta, se asocia y tiene sensibilidad, para tirar una pared con el Edison Flores o la Raúl Ruidíaz. Toma mate antes que un chilcano, pero Gabriel Costa entona el himno con el mismo fervor que puso en el campo para ir a cada acción dividida ante ecuatorianos y brasileños.
Si en Perú la maestría de César Cueto no tiene fecha de vencimiento, en Uruguay Gabriel Costa maduró enterándose de las hazañas del “Príncipe” Francescoli. Aunque su momento en Chile no sea lo importante que podría ser más allá de sus ocho tantos en 20 partidos, el recuerdo de su gran campaña en Sporting Cristal el año pasado donde armó una dupla intratable con Enmanuel Herrera y tuvo la cortesía de regalar 26 goles, además de las ganas mostradas en 117 minutos, demuestran que llegó con la intención de quedarse.
De Costa a Costa, el hoy jugador de Colo Colo es una variante ofensiva interesante por derecha pero también, llegado el momento, podría ser probado más por dentro, como una especie de segundo delantero o incluso organizador, hasta que Cueva vuelva de sus largas vacaciones y se meta nuevamente al rigor de la alta competencia. Para pelear otra vez la opción de estar en el Mundial, es clave ampliar en el universo. Con el ex Cristal, Gareca ha encontrado otro jugador ‘elegible’.