Pablo Neruda dijo sin dudar que los amores no se miran, sino se sienten, más aún si estás cerca de esa persona amada. Nada más preciso para definir las pulsaciones de los hinchas, su corazón, cada que pisan el Monumental y que ven a Universitario jugar. Porque no existe emoción más grande que ser local, que corear, así amanezcas afónico, sin voz, pero feliz de los goles gritados, abrazados, celebrados. Esta vez, fueron dos, los justos y necesarios para despertar hoy como punteros únicos y solitarios, ante Binacional.
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Con la emoción obligatoria, necesaria, segura, el hincha respondió. Empezó fuerte. Porque así es un crema. En estadio lleno o sea un puñado, grita, golpea, se mete al partido. Volvió a pisar el coloso de Ate y el ambiente fue de fiesta. Los coros atravesaban el campo, la banca, a Ángel Comizzo, y transmitían, invitaban, generaba emociones. Alejandro Hohberg casi pone el primero, pero el palo y un off side lo negaron. Habían faltas, se gritaban cosas, buscaban. Intenso no era, pero sí peleado.
La ‘U’ sabía del empate de su ‘compadre’. Sabía de esa chance de ser puntero en solitario. Sabía de lo importante que es festejar en casa otra vez. E intentaba con un Quintero inspirado, peligroso, inquitante; con un Osorio sin quejas, inteligente, abriendo los espacios para los más hábiles de su equipo; y con un Hohberg en un noche buena otra vez. No, no fue una noche. Ya es un mes, una temporada, un año. Y los tres se pusieron el equipo y generaron el 1-0. Un pase providencial del panameño y una definición aun más exquisita del ‘Enano’. Golazo. La punta es nuestra. Y explota el Monumental.
Más que celebrar, el director técnico, Ángel Comizzo, exigió calma a su escuadra para que no pongan en peligro el marcador a favor, y se puso los dedos en la cabeza para que no pierdan más la concentración y manejen a su antojo el 1-0. Con inteligencia y serenidad, Universitario tocó en su cancha y salió solo cuando la jugada les decía que no existía el mínimo riesgo, y retrocedían el balón, a José Carvallo si era posible, cuando no hallaban espacios. La presión ya no era suya, la exigencia tampoco.
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Con la misma calma, dio sus pasos Jersson Vásquez hacia el balón para patear ese penal que generó Alejandro Hohberg con uno de sus tantos ataques. Pero, tras el suspenso desesperante y exasperante de dicho trote lento, la sensación fue amarga para todos: el balón se fue alto, muy alto en realidad, y la ‘U’ perdió la oportunidad perfecta para irse a los vestuarios con dos goles de ventaja, que seguro cambiaría la historia del segundo tiempo y le daría ideas totalmente distintas al ‘Indio’ Comizzo para su charla técnica de entretiempo.
Uno, dos, tres tiros al arco. El segundo tiempo arrancó con un Binacional protagonista, intenso, agobiante. La ‘U’ aguantaba y se aferraba a su suerte, a su larga historia, a esos trofeos que luce su vitrina, a esa camiseta merengue que impone. Cómo habrán lamentado ese penal fallado en el cierre del primer tiempo. Pero ahí estaban, con los corazones a mil por hora, corriendo, tirándola lejos, rechazando cómo puedan. Con la tribuna sufriendo en un mar de nervios, pero gritando en un océano de ilusiones.
Y llegó. Otra vez Hohberg se metió en la jugada, sí, el ‘Enano’ al que criticaron a inicios de año, pero hoy tiene ya nueve tantos y ocho asistencias. Qué genio, un demente. Sacó la pierna casi sin ver, Quintero engañó a la defensa y llegó Barreto. Y el balón fue directo al arco. Infló las redes de la portería de Sotillo. El 2-0 y se acabó el partido. Le quedaba un poco más de media hora de vida, pero se acabó. Estaba liquidado, sentenciado, muerto. Y Gerson corrió a abrazar imaginariamente a medio país. Y el abrazo también fue en la tribuna, en la banca, en el corazón por explotar, al borde del colapso, del hincha.
Y los minutos finales fueron como todos los minutos finales de la ‘U’: no apto para cardiacos. Binacional intentaba, peleaba el descuento, se aferraba al sueño del empate. Pero, los cremas no se amilanaban. Salían, corrían el campo completo. Entró Ramos a cerrar, Paulo a generar y Barco a sentenciar. Y aguantaron el 2-0. Es más, tuvieron para alargarlo y hacer más grande aún la alegría. Y ganaron. Dedicado para todos esos hinchas que hace dos duelos extrañaron ir a la Trinchera, al campo, porque los duelos no se miran, se sienten. Dedicado para los que lo quieren muerto, y acá está, con el corazón vivo y hoy más feliz que nunca.///