Hoy se cumplen 130 años del nacimiento de César Vallejo y en esta nota recordamos el día que El Bocón visitó su tumba en París. (AFP PHOTOS/CORTESIA FILE  "CARETAS")
Hoy se cumplen 130 años del nacimiento de César Vallejo y en esta nota recordamos el día que El Bocón visitó su tumba en París. (AFP PHOTOS/CORTESIA FILE "CARETAS")

“Me moriré en París con aguacero, un día del cual tengo ya el recuerdo. Me moriré en París - y no me corro -tal vez un jueves, como es hoy de otoño”. Así imaginaba César Vallejo sus últimos días y lo transmitía en “Piedra negra sobre piedra blanca”, un poema que todos los peruanos deberían conocer. Hoy se cumplen 130 años de su natalicio y en queremos recordar el día que visitamos la tumba del poeta universal.

Jorge Esteves, director fundador de El Bocón y hoy director regional del diario Correo, fue el encargado de realizar la visita a la tumba de César Vallejo un 25 de junio de 1998, aprovechando su presencia en Francia para cubrir el mundial que se jugó en aquel año.

“Teníamos que ver a Vallejo”, fue el titular de esa nota publicada el 26 de junio del mismo año y en la bajada el diario indicaba que “Estuvimos con César Vallejo. Porque pasar por París y no visitar la tumba del más grande poeta peruano es realmente un pecado”.

A continuación transcribimos la nota:

Ayer, en la mañana, París tenía un sol eterno. Como le gustaba a César Vallejo. Este periodista fue a visitar al peruano más famoso de París con el temblor de los estrenos. Uno había escuchado que el único sitio de Francia, donde el nombre de nuestro país suena fuerte es en el cementerio. Hasta allí fui con mis letras bajo el alma.

Le Cimetiere du Montparnasse se ubica en el centro de París. Allí escoltado por un desfile de árboles y pájaros danzarines descansan los restos desde hace 60 años de César Vallejo. Encontrar la tumba del más ilustre poeta peruano es simple desde hace pocos meses. En la puerta un empleado entrega un plano del cementerio. Si uno le dice “le suis peruvien” (”yo soy peruano”) todo se simplifica. El sabe que el motivo de la visita es el poeta.

El empleado revisa el plano y señala el número 67. En la otra página están los nombres de las cien personalidades enterradas allí. En el cementerio deben haber más de diez mil tumbas. En la lista dice luego del 67: “Vallejo, César, poeta peruvien”.

Desde la entrada principal hasta la callecita Alle Lenoir hay ochenta metros. Uno tiene que llegar ahí y doblar hacia la izquierda para encontrar el lugar tan buscado que está casi en la intersección con la Avenue de l’Est. No hay nichos. Todos son tumbas parecidas. Grises y con huellas del recuerdo. La única forma de hallar el sitio donde yace Vallejo es escudriñar la inscripción de cada mármol, de cada piedra.

Si uno tiene suerte (yo la tuve) encontrará a un empleado del cementerio con quepis y corbata. “Bous pouvez m que s’aide, s’il Bous plait” (Puede ayudarme por favor), son las palabras mágicas para que deje lo que estaba haciendo y se acerque a uno. “¿Ou est Vallejo?” (”¿Dónde está Vallejo?”) y nada más. No se necesita más. El francés presuroso va como autómata al lugar. Al fin.

“Andaba sin buscarte, pero sabiendo que te iba a encontrar”, pienso recordando una frase de su vecino Julio Cortázar que descansa a unos metros del peruano. En ese momento del encuentro las palabras también son de cementerio. No existen. No sirven para nada.

La tumba es gris y no tiene flores. En la cabecera está el nombre y debajo una inscripción: “Qui souhaita reponser dans oe cimetière” (”Deseo reposar en este cementerio”). Más que letras es un grito. A los pies hay una placa blanca que resume la vida del poeta: “Yo nací un día que Dios estuvo enfermo”, un verso de él. Además, hay unas palabras de su esposa Georgette: “J’ai tant neige por que tu dormes” (”Yo tengo tanta nieve para que tu duermas”). Por último la vida resumida en números: 1892-1938. Al costado casi oculto hay una maceta blanca escrita. “Perdona nuestros pecados, Trujillo”.

Hay un risueño silencio. Hay una emoción sin goles. Uno está frente a la historia. No es una tumba. Es un monumento. Quién dice que aquí hay cadáveres. Si la vida aparece tan apuesta. Si todo esto es una venganza contra la muerte.

Vallejo no está solo. Por ahí andan el poeta francés Charles Baudelaire, la escritora Simón de Beaovoir, el industrial André Citroën, el filósofo Cioran, el expresidente mexicano Porfirio Díaz, el editor Pierre Larousse, el filósofo Jean Paul Sartre, el escritor argentino Julio Córtazar y el también escritor Samuel Beckett.

El Cementerio de Montparnasse no tiene muertos. Tiene reliquias. Quizás por eso lo rodea un ambiente festivo. Uno sale y se encuentra con teatros, bares, restaurantes, cafés, galerías comerciales, boticas de sexo y hasta cabarets. Afuera no hay ningún indicio que estemos cerca de un camposanto. No hay ambulantes ni florerías, ni marmolerías... ni mosquitos.

Ahí vive César Vallejo desde hace sesenta años.

El Bocón y el día que visitó la tumba de César Vallejo en París. (ARCHIVO)
El Bocón y el día que visitó la tumba de César Vallejo en París. (ARCHIVO)


El clásico polo de El Bocón acompañando a César Vallejo.
El clásico polo de El Bocón acompañando a César Vallejo.

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