Gladys Tejeda es orgullo nacional. Una mujer que se hizo fuerte gracias a la indiferencia de los demás, pero jamás tuvo algún acto de reproche para quienes la ignoraron siempre y que seguro ahora quieren subirse al coche del entusiasmo. Así es nuestro Perú y así son sus dirigentes.
Escribe: Ernesto Cavagneri
La medalla de oro no la debería compartir con nadie, pero es tan noble y sencilla, que recuerda con una sonrisa sincera que perdió una competencia por correr descalza.
Para ella no hay producciones ni locaciones sofisticadas. Cuando fue nuestra abanderada, en Londres 2012, más de un hijo de vecino pegó el grito en el cielo, y es probable que muchos de ellos ahora estén esperando que llegue al Jorge Chávez para llevarle un ramo de flores y tratar de salir en todos los medios del país. Ni los auspiciadores que tienen todo el dinero del mundo le pararon pelota, pero ella no sabe de rencores y ya piensa en obsequiarnos otra medalla dorada en estos Juegos Panamericanos Toronto 2015.
Su entrenador es mexicano y le brindó el apoyo que necesitaba, mientras que otros encorbatados sacan pecho, pero ni siquiera fueron capaces de comprarle un pasador. Así es el Perú.