Escribe: Karen Espejo
El cascabel de la pelota rompe el silencio en el Complejo Deportivo PNP Mártires de Bacua, en el Centro de Lima. El balón sonoro gira y gira en medio de la cancha, es pateado con furia, es llevado con los pies por un batallón de hombres a más de 30 kilómetros por hora.
Los diez jugadores que se disputan la bola, sábado a sábado en esta losa de la Séptima Región Policial, no tienen compasión el uno del otro.
Cada movimiento emana pasión y garra. Los futbolistas jamás han visto sus rostros, ni la cancha de cemento que pisan o las rejas que los rodean, ni las camisetas que usan. Pero aquí nada de eso importa. En la oscuridad que viven estos deportistas, el eco de la pelota y las voces de sus compañeros son lo único necesario para trazar las jugadas.
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