En apenas unos meses, el estadio Maracaná ha pasado de ser el epicentro del mundo, como sede de las ceremonias de inauguración y clausura de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, a estar completamente abandonado.
Considerado como el templo del fútbol brasileño, el Estadio Mario Filho, conocido popularmente como Maracaná, luce como un esqueleto de cemento que sufre los efectos de la falta de cuidado y mantenimiento, tanto en el césped como en la grada y en su interior.
El abandono quedó evidente a inicios de año, cuando se conoció que aprovechando los pocos guardias de seguridad que hay en el recinto, unos ladrones robaron dos televisores y los bustos de bronce del periodista Mário Filho, que da nombre al estadio, y del exalcalde de Río de Janeiro Mendes de Moraes, así como mangueras y extintores de incendio.
Esta semana, la Justicia ordenó cortar la luz del estadio por el impago de las facturas de los últimos cinco meses, que suman unos 3 millones de reales (unos 950.000 dólares). Maracaná sufre las consecuencias de la gran red de desvíos en la petrolera estatal Petrobras, el peor escándalo de corrupción de la historia de Brasil conocido como Odebretch o Lava Jato.
El Comité Olímpico de Río 2016 devolvió el estadio al consorcio encabezado por Odebrecht, una de las empresas salpicadas por la corrupción en Petrobras, tras haberlo administrado entre marzo y noviembre pasado.
El consorcio Maracaná SA, que había invertido cerca de 400 millones de dólares entre 2010 y 2013 para remodelarlo completamente de cara al Mundial y los Juegos Olímpicos, aseguró que había varios desperfectos y que no quería hacerse cargo de su reparación.
Maracaná es a día de hoy un estadio invadido por gatos, con el césped impracticable tras meses sin cuidado, con sillas arrancadas, cables cortados y un sinfín de obstáculos que impiden que vuelva a ser utilizado, para desesperación del Fluminense y el Flamengo, los dos clubes que lo tienen como casa.
Pese a que no se puede entrar en el estadio ni visitar el museo que alberga en su interior, centenares de turistas llegan al Maracaná diariamente para tomar fotos delante de la estatua de Hilderaldo Bellini, capitán de la selección brasileña que ganó por primera vez el Mundial en 1958.
FOTO: TWITTER AFP
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