Al inicio de los 2000, el fútbol alemán buscaba recuperarse luego de una dolorosa eliminación del Mundial Francia 1998. Croacia goleó 3-0 a los teutones en cuartos de final y terminó con una generación de futbolistas que estaba liderada por Lothar Matthaus y Jurgen Klinsmann. Era momento de buscar más jugadores.
Michael Ballack y Miroslav Klose fueron algunos de los que aparecieron. El primero al lado de Paolo Guerrero y Claudio Pizarro, durante las temporadas 2003 al 2006 en el Bayern Múnich. En ese mismo plantel estaba la promesa del fútbol alemán: Sebastian Deisler.
Sebastian ya había destacado años anteriores en el Borussia Monchengladbach y Hertha Berlín, pero las lesiones habían impedido que logre tener regularidad en una temporada. Tenía buena pegada y visión de juego, algo que por entonces no era una característica común en jugadores alemanes.
El Bayern Múnich lo contrató sabiendo que las lesiones de Deisler eran un peligro, pero se la jugaron. La apuesta no funcionó. Aunque estuvo cinco años en el Bayern, con convocatorias a la selección alemana, el mediocampista nunca logró despegar. Jugó varios partidos, pero no al nivel que esperaban. Pero lo peor llegaría después.
En sus primeros meses Deisler sufrió de depresión debido a las lesiones constantes y para su última temporada, ya estaba cansado del fútbol. “Estoy vacío, viejo, cansado... Ya no juego al fútbol con alegría. Corrí mas de lo que mis piernas me llevaron”, dijo Sebastian en una entrevista, luego de retirarse a los 27 años el 2007.
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