Barcelona y Sevilla pugnan este domingo (2:30 p.m. hora peruana) en la final de la Copa del Rey por un título cuya consecución supondría para ambos poner la guinda a un curso excelente, ya que en caso de triunfo azulgrana lo sumarían a la Liga ganada hace una semana y si es de los andaluces, el doblete sería con su reciente Liga Europa.
El partido llega para los dos conjuntos en un momento álgido, especialmente de ánimos, y quizá más el Sevilla, que entrará en el Vicente Calderón como vigente campeón de la Europa League, torneo que el miércoles alzó por quinta vez en su historia, y el tercero de forma consecutiva.
Será el cuarto enfrentamiento esta temporada entre Barcelona y Sevilla, que cierran el curso de la misma forma que lo abrieron, cuando en un choque memorable se jugaron a una carta en Georgia la Supercopa de Europa, trofeo que se fue a las vitrinas del equipo catalán gracias a un tanto de Pedro Rodríguez en la prórroga (5-4) forzada por los hispalenses tras enjugar tres goles de desventaja, del 4-1 al 4-4.
La final de la Copa del Rey los ha reencontrado de nuevo en un partido inédito, ya que nunca antes en este centenario se habían medido, aunque sí, en cambio, en doce ocasiones en eliminatorias anteriores, con un balance favorable al Barcelona, que pasó ronda en ocho ocasiones, por cuatro del club del barrio de Nervión.
Después del triplete del año pasado, el Barcelona busca en éste un doblete que complemente a la Supercopa de Europa y al Mundial de Clubes que ya ganaron antes de 2016 los pupilos de Luis Enrique, que acude a la final con su equipo en un estado inmejorable, tras haber completado un final de temporada con dos ritmos totalmente opuestos.
El Sevilla, hasta hace una década históricamente huérfano de finales, afronta con todo lo que tiene la del Calderón, con su máxima ilusión, para luchar por conquistar su sexta Copa del Rey -la última la ganó en 2010 al Atlético en el Camp Nou-, y además tendrá el apoyo de unos 20.000 sevillistas que ansían el doblete.
A Basilea se desplazaron unos 6.000 y se hicieron notar hasta el punto de ganarle la partida a la hinchada del Liverpool, que les triplicaba en número, y aunque quizás el título europeo ha quitado presión a los de Emery, lo que está claro es que el Sevilla nunca se rinde, que hay que aplastarlo para tumbarle y que, con su casta y su coraje, no desdeña la ocasión histórica de ganar un nuevo título.
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