Un partido. No fue de Eliminatorias, tampoco de Copa América y menos de mundial. Fue solo un amistoso, el primero de seis antes de iniciar el proceso a Qatar 2022, y ya gritamos despavoridos: “¡Paolo Guerrero, regresa!”. Lo extrañamos, es cierto, es nuestro capitán y goleador histórico. Pero basta que no esté una vez para causar pánico nacional. Y es que estamos tan acostumbrados a su presencia en la selección peruana, que nos sentimos protegidos e indestructibles con ella. Sabemos que hay más posibilidades de ganar si él está y padecemos cuando no es así.
Empero, esta dependencia nos ha generado dos grandes problemas: no sabemos jugar sin Paolo y -lo que es peor- no encontramos a alguien que se le asemeje. Y con asemejar nos referimos a que tenga sus atributos mínimos: ir hacia los lados, recogerse fuera del área, jugar de espaldas al arco, asociarse con los volantes, entre otros que sus reemplazantes no brindan. En especial, si el juego de la selección es avanzar en bloque en mancomunidad de todas sus partes.
Y el mayor inconveniente de esta necesidad enfermiza es que existe una certeza de la que –interiormente- todos somos conscientes, pero no queremos aceptarla: nuestro capitán tiene ya 35 años y, poco a poco, su tiempo se agota. Por años, Ricardo Gareca ha probado un grupo de jugadores en su posición y, pese a que algunos no desentonaron, ninguno transmitió algo similar. Y esa es la gran pregunta : ¿quién lo reemplaza si no está?
Ante Ecuador, criticamos que Raúl Ruidíaz no haya resuelto una de las mil jugadas en la que quedó solo ante los cuatro defensas. Pero, no entendemos que esa no es su función. Lo queremos imaginar siendo Paolo, de espaldas, aguantando, generando una falta, esperando a Cueva, tocando y girando. Sin embargo, la ‘Pulga’ es distinto, su instinto le invita a picar el balón, a querer llevar, a ser más individualista. Así fue goleador en Perú, México y ahora lo es en Estados Unidos. Y si nuestro problema son los goles, por qué no hallar la forma de explotar al delantero que es goleador a donde va.
El problema es que cambiamos de nombre con ligereza para reemplazar a Guerrero, pero seguimos jugando como si estuviera. Y la solución va más allá de quién funja de ‘9’, pasa por un tema de funcionamiento, de estilo y de lo que el DT trabaje en la semana.
Es por eso que nos hacía tanta falta no tener a Guerrero, así nos asuste. Pues, no podemos seguir postergando un problema hasta esperar que nos explote en el rostro. El legado de Gareca, mirando a Qatar, no será solo la clasificación –tan probable como difícil-, sino dejarnos un reemplazo para Paolo de cara al futuro. O, en todo caso, consolidar un modo de jugar sin un único punta de sus características. Entonces, ¿por qué no ir ya trabajando en ello?