Selección peruana | El mejor día de nuestras vidas por Renzo Bravo de Rueda
Selección peruana | El mejor día de nuestras vidas por Renzo Bravo de Rueda

Aquel empate increíble que la sacó en Wellington contra Nueva Zelanda, en la primera final de dos por el repechaje para ingresar al , dejó a los hinchas peruanos con la miel en los labios, pero con la certeza de que en Lima el resultado iba a ser el mejor. Por eso, el ambiente en las calles de Lima para el cotejo de vuelta fue de fiesta. El Estadio Nacional iba a vivir esa noche una nueva clasificación a un mundial. Y así fue. Tuve la fortuna de vivirlo en carne propia como periodista... y como hincha.

Miedo y felicidad

Las calles se colmaron de hinchas y unos a otros se abrazan, algunos sin conocerse, y se decían al oído: “hoy vamos al Mundial”.

Dentro del estadio, se cambió de cara. Uno más adusto. Más serio. Como entendiendo que el partido era el más importante de sus vidas. Con el pitazo inicial, los nervios crecieron, la incertidumbre se apoderó de las cuatro tribunas; mientras otros tantos cantaban para mitigar el desasosiego. Un palo de Luis Advíncula aceleró los corazones de los más de 30 millones de peruanos. Era un aviso de que algo bueno iba a suceder. No se sabía con exactitud cuándo, pero iba a pasar.

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Veinte minutos después, Perú atacaba por todos lados. Nueva Zelanda aguantaba como podían. Eran conscientes de que la Bicolor era mejor que ellos; por eso buscaban el empate y los penales. Pero un contragolpe detuvo el tiempo en el estadio Nacional. La visión lenta de los hinchas se apoderó de la jugada que inició Cueva. El volante corrió por el lado izquierdo, mientras, por el centro, Jefferson Farfán lo hacía al mismo tiempo. ‘Aladino’ se llevó a uno, entró al área y, sin espacio para patear, cedió a la ‘Foquita’. Este venía como un ferrocarril descarrilado, presuroso y ansioso. El ‘10’ cerró los ojos, los hinchas los tenían más abierto que nunca. La siguiente imagen es el balón entrando a la red y el delantero celebrando a rabiar, llorando y con camiseta de Paolo Guerrero en el rostro. El gol era para él.

El hincha no lo podía creer y este servidor, con 27 años y sin ver a una selección tan cerca de un mundial, no entraba en sí. La felicidad nunca se disipó. Los quince minutos de espera entre el primer y segundo tiempo fue necesario para calentar más la gargantEl a y las fuerzas. En el complemento, la Blanquirroja siguió mandando en el coloso José Díaz. Nueva Zelanda asustó por la vía área. Y a los 65’ Christian Ramos se disfrazó de delantero y anotó el segundo para la selección nacional. Luego cambió de indumentaria y se puso la del ‘Hombre Araña’. El resto fue mero trámite y sollozos de las tribunas.

Una fiesta Nacional

Tras la finalización del encuentro, habría que recobrar los cinco sentidos, respirar profundo y seguir con lo que había ido: cubrir el partido.

Los jugadores se hicieron en esperar en la zona mixta, la conferencia de prensa de Ricardo Gareca fue la más esperada. Pero, una vez en las inmediaciones del recinto, rumbo a casa a descansar, no se podría creer como en cada esquina, calle, bar, callejón y plazas de Lima, los hinchas las tomaron como propia para festejar.

En la Plaza Bolognesi, los hinchas se apoderaron de la estatua del héroe nacional. Se apostaron encima de él cantando, mientras bebían la pócima mágica. El final de la noche fue especial. Seguro hay palabras para describirlo, pero yo, dos años después, aún no las encuentro.

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