No recuerdo haber sentido tanta alegría, tantas ganas de gritar, saltar, abrazar, reír y, por supuesto, llorar, en mi vida como la que sentí anoche. Aún no asimilo todo lo que está viviendo el país, sobretodo mi generación. No estamos acostumbrados a este tipo de emociones que el fútbol regala y por eso cuesta creerlo, parece un sueño, el más bonito de todos y del que no queremos despertar; pero vamos peruano, créelo y vívelo. Luego de 36 años y de las interminables veces que se nos rompió el corazón por quedar afuera, la selección peruana regresa al Mundial. ¡Hola Rusia 2018, chau malas rachas!
Escribe: Adriana Barrantes
@Adbarrantesg
Hasta ayer creí haber conocido el amor. Un amor fuera del familiar o del que sientes por tus hermanos de la vida, ese como el que une a Jefferson Farfán y Paolo Guerrero. Pero pasada las 11 p.m. de un memorable 15 de noviembre del 2017, me di cuenta que estaba equivocada y afortunadamente lo estuve. Volver a seguirte, alentarte y llorarte (de emoción o rabia), lo haría una y mil veces más, porque blanquirroja, lo que generas en mí, en todo el país, es amor. Ese tipo de amor, el de los sufridos, de los incomprendidos, de los tercos (como muchos dijeron); ese amor al que siempre vuelves por más decepciones que nos dio, pero que poco a poco nos hizo confiar y creer que el día que lloremos, pero de alegría estaba cerca, muy cerquita.
Una muestra de amor es dedicar canciones y la selección peruana no fue ajena a ello. Durante 20 partidos, los 18 de las Eliminatorias y los 2 del repechaje, la blanquirroja le dedicó a todo el país el mejor tema que existe. El himno nacional. Las primeras citas no fueron como lo pensamos, la pasamos mal, hubieron discusiones y la desconfianza nuevamente asomaba. Nos alejábamos, nos molestábamos y nos preguntábamos una y otra vez ¿por qué continuar? ¿por qué volver a creer? ¿por qué esta vez sí funcionaría? Tantos por qués y solo una respuesta, que nos hacía regresar a ti, cuando muchas veces nos repetimos que es era la última. Felizmente no cumplimos, no cumplí con mi palabra.
Entre altas y bajas cumplimos un año. Aún teníamos problemas, la desconfianza persistía y el miedo hizo lo suyo, pero algo indescifrable hizo que algunos nos arriesguemos. "Yo igual te amo", era la respuesta que miles de peruanos tenían al día siguiente de una pelea fuerte, de una caída. Otros tantos se fueron y dijeron que esta relación era tóxica, de costumbre y no de amor. Conmigo, muchos blanquirrojos ya nos habíamos enamorado y empezábamos a creer que esto es amor.
Para el segundo año, cuando muchos vislumbraban el final de la relación, te hiciste fuerte, pusiste el pecho y nos tomaste de la mano, nos pediste que no nos vayamos, que confiemos, que tengamos un poco más de paciencia porque al final del mal momento nos daríamos cuenta que todo valió la pena; las lágrimas, las peleas, las discusiones, todo, porque el amor no es fácil, algunas veces duele y mucho, pero si es verdadero triunfará y tú, selección peruana, mi blanquirroja hermosa, nos haces sentir amor de verdad.
Para nuestra última gran cita (porque tú me hiciste creer que la noche del miércoles 15 de noviembre del 2017 sería el mejor día de nuestras vidas, de nuestro tórrido romance) nos vestimos de gala y nada ni nadie impediría que por primera vez, desde que empezamos, planeemos un viaje juntos, el más importante para todo el país. No voy a mentir, estaba muy nerviosa, como cuando te conocí y no tenía idea de lo que era el amor ni cuánto llegaría a amarte. Las horas pasaban lentas y la espera se hacía interminable. Quería verte ya. Veía tus fotos para calmar los nervios y el corazón latía muy fuerte. A las 9:08 p.m. entonaste la canción que nos dedicaste y reconocí que estamos, estoy enamorada de ti. A los 28' y 65' cumpliste tu palabra, las lágrimas valieron la pena y era nuestra gran día. Esa noche te lloré, pero de agradecimiento, de alegría, de amor. Gracias, blanquirroja, por enseñarme a confiar, a no abandonar, a jugármela, pero sobretodo gracias por enseñarme a amar.