Lo que hizo este plantel con Gareca a la cabeza no se lo creería absolutamente nadie hace un año. Hacer jugar a un equipo, cambiarle la mentalidad y llevarlo a una Copa del Mundo tras 36 años. Inmenso. No estábamos preparados, ni lo estamos todavía para entenderlo porque seguimos sintiendo que era un sueño. Irreal, irreconocible en una realidad en la que la selección peruana parecía imbatible y acaparaba piropos de todas partes del mundo. Gareca hizo demasiado, más de lo esperado. Hoy, eliminados del Mundial tras dos derrotas, es difícil reprocharle algo a este equipo. Sería como haber deseado tanto un milagro y que cuando se da, reprochemos las circunstancias del hecho inédito.
ESCRIBE: JOSÉ ANTONIO BRAGAYRAC
“Se hizo lo que se pudo”, advirtió Gareca tras el partido ante Francia. Y no es cierto. Se hizo aún más, mucho más de lo que se podía. Nadie, ningún equipo en casi cuatro décadas, nos ha hecho vivir con tal intensidad estos dos partidos. Nadie como ellos nos reanimó el orgullo, nos hizo llorar sonrientes mientras volvía a tocar nuestro himno en un Mundial. No hay nada que reprochar, mucho sí, que agradecer. Porque lo que este grupo hizo es un fenómeno sobrenatural dentro de nuestro fútbol.
¿Quieren analizar? A Perú le faltó peso ofensivo. Le sobró coraje, intensidad, entrega. A Perú le costó dos desatenciones defensivas, pero ganó en orgullo, en capacidad, en alegría. Despertó a todo un país y nos enseñó que con trabajo y esfuerzo es posible vencer a la adversidad. Le ha enseñado a los niños que no somos perdedores, que no somos menos. Nos devolvió la fe, la esperanza. Y eso es para la vida, no solo para la cancha.
Que la tristeza sea vencida por la sonrisa enorme de volver a una Copa del Mundo. Por las charlas interminables que nos esperan recordando lo lindo que es ver a Perú en una Copa del Mundo. Lo otro, déjenlo para los robots. Aquí hay seres humanos, hay vida.