Cinco letras que resumen, ya, a una gloria del fútbol mundial: Messi. De zurda y derecha. Dos goles, una genialidad, y el camino es corto hacia Wembley, donde Barcelona espera por el Manchester United en la final de la Champions el 28 de mayo. La primera etapa fue todo del Barcelona. El equipo de Guardiola manejó la pelota. La paseó por el campo. Pero, debo reconocer, sólo inquietó el arco de Casillas con un remate de Villa, que pasó cerca. Cero a cero y se temía lo peor. El empate sin goles. Pero aún al inicio del segundo tiempo. La misma idea de ambos equipos. Hasta que llegó el momento clave. La justa expulsión de Pepe por una plancha a Dani Alves. Los jugadores del Madrid tienen razón. Cambió el partido. Pero no por una mala decisión del árbitro, sino por los espacios en el campo. Con diez, todo fue más fácil para los catalanes. Y allí apareció el distinto, Messi. A los 31' y 42' para sellar el triunfo por 2-0. Y la casi segura clasificación a la final. Para vulnerar su sequía de goles en semifinales luego de seis partidos sin marcar. Y para quebrantar la imbatibilidad de Casillas luego de 526 minutos de no recibir goles en el Bernabéu por la Champions. Barcelona ha sido mejor. Lo ratificó con goles. Ahora espera tranquilo el partido de vuelta, el 3 de mayo en el Camp Nou.