De pronto, corrió con una felicidad sublime, atravesó la pista atlética, abrió sus brazos y abrazó imaginariamente a los miles de hinchas de que saltaban en la tribuna. «Golaaaazo, Golaaaaaaaazo de ‘Ale’. Amagó al portero ‘Banana’ Ruíz, triunfó en el mano a mano, y la colocó a la derecha. Golazo para cerrar la victoria crema», narraba la radio emocionando a medio país, a la hinchada que retrocedió en el tiempo y estuvo pegada junto a esa caja sin imágenes. Pero qué importa, los partidos de la ‘U’ no se miran, se sienten.

El grito de alegría del ‘Enano’ podía verse, se sentía en el corazón, era como una nube que entraba en el cuerpo del hincha, le encendía el alma, le contagiaba la euforia. Nadie podía enfrentar ese estallido, nadie podía luchar contra la corriente y nadie podía estar en silencio. Era el 1-3, era la punta, era el triunfo, era ‘Ale’ y su grito de «¡Aquí estoy!», era la ‘U’. Y si es la ‘U’, siempre habrá gritos y sentimientos. «Este estadio se pintó hoy de crema, y la gente se va contenta, se va a celebrar. Ha ganado Universitario, es líder de la tabla y tiene puntaje perfecto. Bien por », narraban.

Hora de despertar

Tanta alegría no era un capricho, era una respuesta, una reacción, una necesidad. Porque si la dura eliminación de la ya había enlutado al pueblo crema en la semana, el inicio en La Libertad asustó hasta a los más creyentes. Urruti anotó ese gol que mereció marcar frente a Sport Huancayo, e hizo delirar a todos. Pero la ‘U’ el primer tiempo pasó muchos problemas. «A la ‘U’ le está afectando la seguidilla. y Alonso están cansados, muertos. El sol los mata y aniquila. Miren a Quina, golpeado, pide su cambio», contaban, y se sufría desde lejos. Y en el minuto que el descanso era justo y necesario, Miller empató.

Entonces, los fantasmas venían, se atrincheraban en el sentir de las tribunas, de los hogares merengues. Pero a nada lo inmutó. No entró nadie (salvo Valverde por Quina antes del descanso), pero hubo cambios en la ‘U’. Especialmente, en la entrega. Y el segundo tiempo fue otro. Los de Ate buscaron el partido, salieron al todo o nada, esta vez no aceptarían un resultado que no sea triunfo. Y se dio. «Millán ve a Urruti proyectarse y le saca un pase espectacular. El uruguayo se saca a uno, se saca a dos, la manda a Cabanillas, pero lo derriban y penal. Es la oportunidad para Universitario». Y Donald la aprovechó y puso el 1-2.

Y si hay algo que no se puede discutir de Don Gregorio, es que no conoce de conformismo. Un triunfo de visita y después de las semanas cargadas era precioso. Pero, el DT mandó a Hohberg y a Quintero al campo. Si lo ganaba, quería ganarlo bien, no de penal y jugando mal. Los cambios, por obvias razones, favorecieron a la ‘U’, que cerró sus líneas y buscó la contra. «Universitario prefiere cerrar el partido, evidentemente cansado, sin piernas, jugando un cotejo a más de 30 grados, con el corazón en la mano. Apuesta al contragolpe y nada más».

De pronto, Alejandro apareció por la izquierda, entró al área y amagó a Ruíz. Golazo. Y corrió a abrazar imaginariamente a los hinchas, a sus compañeros, a los críticos, a la punta, al sueño de la estrella 27. «Goooolazo», hasta la radio lo gritó con alegría.