Las dudas se despejan, el mal sabor de los primeros 45 se reduce a una simple anécdota. Aquí no se vino a juzgar, a sacar conclusiones o proyectarse con futuros desempeños. Anoche, el Monumental fue un recipiente de emociones, el escenario de una epopeya. Lo que ayer se gestó fue el regalo óptimo para el mejor de los hinchas, para la doce, para esa Trinchera que apretó cuando había que hacerlo, pero que jamás dejó de blindar a los suyos. Ayer, se les dio la primera parte de un obsequio que se espera hace cuatro años.
Lolo no podía faltar. Banderola gigante desplegada en ese mar humano apostado en la tribuna Norte, emotivo homenaje, noche que pintaba bien, marco espectacular y jornada que no decepcionó.
No hay lugar a críticas, la semana quizá servirá para eso, hoy sonríe medio país porque la U vuelve al lugar que le corresponde y ya nos garantizó una final digna a falta de tres fechas para que el Descentralizado se termine.
Historia conocida
El libreto lo tenemos memorizado, en casa los de Comizzo son una ruleta rusa, una interrogante.
Así empezó la crema, insinuando poco y cediendo, lentamente, la posesión al rival. Fue así que a los 41 minutos y el enamorado de la camiseta merengue desató la incertidumbre en Ate. Johan Fano, en complicidad con la barrera, puso el primero para León de tiro libre. El Gavilán no celebró, optó por bajar la mirada y disculparse con la tribuna.
Los fantasmas empezaban a rondar en el ambiente. Así se cerraría el primer tiempo, con la U abajo, sin asegurar nada. Pero en la banca estaba la respuesta.
Ángel Romero y Diego Guastavino fueron los pilares de la remontada. Romero se adueñó del mediocampo ante la lesión de Rainer Torres, mientras que el uruguayo regó calidad en cada pelota que tocó.
Canchita Gonzales engalanó la noche merengue con una pintura a 15 minutos de iniciado el complemento. Riqueza técnica innegable. Conscientes del plagio decimos Ay Canchita, si quisieras...
Y la U jugaba cada vez mejor, dirigida por Guasta, un recital, tacos, pases en primera rotación, oles, lo que le gusta a la gente, lo que el hincha se merece. Y el uruguayo quiso el suyo y por eso probó a Rivera, quien se unió a la fiesta cediendo un rebote para que Ruidíaz lo convierta en gol, en remontada, en compromiso, en pacto, en delirio. La noche fue propicia, todo valió la pena. Celébralo crema, la espera valió la pena.