“Me gustaría quedarme en la ‘U’ unos diez o quince años” había declarado en mayo del 2013, exactamente diez meses antes de que la administradora temporal de ese entonces, Rocío Chávez, anunciara ante los medios que el argentino había abandonado .Tres días después de su intempestiva salida en Ate era anunciado como nuevo técnico del Monarcas Morelia en México.

Nunca quedó claro, pero sí una duda enorme de si su intempestiva renuncia se debió a la beneficiosa propuesta del equipo canario.

Cinco años después volvió al cuadro merengue para asumir las riendas de un equipo agobiado por la precaria lucidez de . Con la serenidad de un océano, atendió una deuda pendiente con el hincha y pidió disculpas. El título obtenido en el 2013 respaldaba aquel pedido subliminal de una segunda oportunidad. Se la dieron.

Me faltaron el respeto, me manosearon”, tiró el argentino un día después de que el club anunciara de manera oficial el fin de la relación contractual con el entrenador. Añadió que la administración le había pedido reducir su salario en un 40 por ciento y que desistió en señal heroica hacia sus jugadores.

Prosiguió con un discurso impecable. Solvente, crítico. Generoso combustible de frases para incendiar sus últimos días en Lima, que probablemente no sean los últimos porque si algo tiene el fútbol peruano es esa generosidad singular con técnicos foráneos, que les permite una y otra vez la oportunidad de encontrar revancha en el oficio.

Concluye así una historia que para muchos no debió nunca tener segunda parte. Digamos que como en las relaciones más pasionales, concluirlas no puede traer algo menos que el odio.

Queda claro que la salida de no contemplaba una alternativa ya gestionada y lista. Eso no hace menos que preocupar al hincha que a estas horas ve una suerte de desfile de nombres ocasionales por el puesto. “Por la idea de juego que tenemos, se nos acomoda un técnico extranjero”, dijo . Habría que preguntarnos a qué idea se refiere.