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La incompetencia nos rebalsa, se nos filtra entre los dedos. Parece que existiera un esfuerzo adicional por entorpecer los procesos, un afán de burocratizar el fútbol a la mala. Estamos signados por la inoperancia, el despropósito y la improvisación. Lidiamos con la violencia sin solución y la incapacidad de quienes están llamados a garantizar que el fútbol se formalice, se reconcilie con la familia y se reencuentre con su esencia.
ESCRIBE: JUAN CARLOS GAMBIRAZIO (Director de El Bocón)
Si ayer apuntábamos a la ironía brutal de recibir un premio por ser una hinchada ejemplar, mientras que nuestros estadios se cierran y la gente muere en las tribunas, hoy asistimos a otro aspecto de nuestra realidad que no es menos preocupante: la incapacidad para garantizar que un campeonato se lleve a cabo sin aspavientos, que los equipos y el público no se vean perjudicados. Que las autoridades competentes hagan lo necesario para darse abasto para la realización de cada espectáculo deportivo.
Universitario vio suspendido su partido de hoy contra Unión Comercio, pero después les comunicaron que el partido se jugaba. A su vez, Unión Comercio se trasladó a Lima, aunque finalmente el partido quedó suspendido. En este operativo, participaron la ADFP y la FPF, pero la cereza sobre el helado la puso la PNP, que a través de un comunicado pedía que el partido no se juegue; ya que la CGTP tenía programada una marcha y -se entiende- la Policía no se daba abasto para atender ambos escenarios. ¿Cómo es posible que en el país de las marchas no exista la capacidad mínima para garantizar la seguridad de un partido de mitad de semana y el desarrollo normal de una manifestación? Si nos basamos en ese criterio, difícilmente se podría terminar de jugar este torneo. ¿Para qué vino Unión Comercio a Lima?, ¿para leer los oficios de las dos entidades que rigen el fútbol nacional?, ¿para apreciar la previsión de la PNP? Como si eso fuera poco, es casi un hecho que los partidos de Alianza Lima y Sporting Cristal, ante Real Garcilaso y Comerciantes Unidos, respectivamente, no se jugarán por razones similares; pues la Policía argumenta que no deben programarse dos partidos en la misma ciudad de dos equipos denominados ‘grandes’. ¿Qué clase de infamia es nuestro fútbol?
Así, con tribunas clausuradas, canchas imposibles, organizaciones deplorables e improvisación institucionalizada, ¿pretendemos creer que nuestro fútbol crece?, ¿que las familias volverán? Ya ni por la televisión se puede digerir este desorden.
