Cristal ganó después de siete fechas, se impuso 2-0 a José Gálvez

Según la creencia popular y las supersticiones de la abuela, el número 7 es sinónimo de mala suerte y síntoma de la fatalidad. Conscientes de esta premonición, los cerveceros renovaron su fe y se sacudieron del infortunio que llevaban a cuestas, logrando un triunfo que apaciguó los ánimos y cortó la sequía de triunfos que arrastraban hace siete fechas precisamente. Cristal renovó el idilio con su hinchada, la tregua del Extremo Celeste dio resultados, los celestes se comprometieron y sudaron la camiseta, cumpliendo con el requisito que exigió su hinchada, aunque el 2-0 final sobre Gálvez no ha podido desaparecer las falencias que sigue mostrando el equipo del Ciego Oblitas. El estadio San Martín volvió a mostrar ese marco festivo, con tribunas pintadas de celeste y el aliento insaciable de miles de bajopontinos, y fue gracias a ese empuje que apenas a los 3 del pitazo inicial Sheput abrió la cuenta tras encontrar una pelota en área chimbotana, previo servicio de Lobatón, para devolverle la alegría al Rímac. A los 26 minutos, Flemita Pérez invierte papeles con el Chorri, Palacios pone el balón atrás y Pérez le mete el latigazo de zurda abajo en la esquina. Golazo, como para no creerlo pues esa virtud no es precisamente su principal característica. Sin embargo esa montaña de ilusiones que generó un tempranero triunfo estuvo a punto de desplomarse cuando Gálvez despertó de su letargo. Ronceros a los 29 de cabeza y salva Heredia en la raya. Barreto a los 30 falla un gol cantado y a los 45 Cruzado la mandó fuera en inmejorable ocasión. Para el complemento Oblitas ajustó sus líneas, dispuso el ingreso de Danny Sánchez por Sheput y el equipo ganó orden, pero no tendrían más situaciones de gol, se dedicaron a rotar el balón y cuidar el resultado, conformismo que no le gustó a la Vieja Guardia apostada en Occidente, que al final recriminó tuvo un pequeño lí con Edwin Pérez. Ni corto ni perezoso Flemita les paró el macho, pero ahí nomás se calmaron todos. Queda para la reflexión que no hay mal que dure cien años ni cervecero que lo resista. JOSÉ TORRES ORELLANA