Las manos en la cintura. La mirada fija en un espacio milimétrico de la red. Carlos Lobatón se dispone a disparar un tiro libre. Mientras, los pocos hinchas rimenses elevan plegarias. Un minuto de silencio y Orcellet observa, con una rodilla en el suelo. El balón manosea las mallas y Rivarola respira. Hinchas celestes, vayan a misa todos los domingos. Imploren a Dios que Lobatón no se lesione. Despejen un sector de su dormitorio y peguen su estampa. Inflamen un par de velas e iluminen su imagen. Si Sporting Cristal ganó ayer fue por una genialidad de Lobatón. El hombre que entiende mejor el fútbol en el equipo rimense. Físicamente lento, sí, pero veloz, súbito con la pelota en los pies, piensa y descarga rápidamente. Gracias a él, el equipo celeste consiguió su primera victoria del año jugando con público. En deuda En la primera mitad, Arsenal fue amo y señor de las acciones de peligro. Cristal, ido, perdido y descompuesto con tres hombres en la defensa. Advíncula no marca, y Caffa, como en su casa, sumaba constante peligro por el sector izquierdo. Rivarola se da cuenta de la situación y manda línea de cuatro atrás. A partir de esa decisión Cristal mejoró. Lobatón retornó a su posición de volante de primera línea: entregando siempre el balón a un compañero celeste. En tanto, Arsenal controlaba el partido, pero sin transformar el dominio en gol. El partido era para cualquiera. Entonces, llegó la falta a Pando y el tiro libre de "Loba". Orcellet se agacha, mira el suelo. El plantel rimense rodea a Lobatón, lo abrazan. Suspiran: Gracias "Loba".