Tras la salida de Julio César Uribe y la rápida llegada de Marcelo Trobbiani, el diagnóstico era que la enfermedad que tiene el Papá sólo se puede curar con un efectivo purgante. En los últimos meses fue la propia altura la que terminó mareando a los imperiales, y bajo esos efectos perdió varios puntos en casa. Y si se pensó que el cáncer se apellidaba Uribe, al final, extirparlo no hizo más que agravar la enfermedad. Ayer, en su magro empate contra Bolognesi (0-0) se demostró que los errores continúan en tienda imperial. Y de esto ya se contagió Trobbiani. No tenía ni veinticuatro horas en el Perú y dirigió el equipo sin saber los nombres, apellidos, y puesto de cada uno de sus nuevos pupilos. Así, la cura empeoró al enfermo. Encima, recibió insultos de todo calibre. Por eso mismo, este mal del que padece el Papá necesita ser curado de raíz. Y si la solución no era el cambio de técnico, entonces, el problema está en los jugadores. Juvenal Silva tiene la palabra. Está claro, Cienciano padece de desconcentración crónica. Cinco jugadas fueras de juego demuestran que es un once que no está enchufado. Que lo diga Cavallo, quien erró oportunidades claras de gol. O cuando entró Tomasevich, a quien le faltó categoría para definir en el área chica. El resto del equipo también continúa por debajo de su nivel. Para Bolo, en cambio, el empate es un punto de oro. Un respiro, aunque todavía sigue al fondo de la tabla. Cusco | JULIA LINDO