Alianza Lima | “Miro una estrella y deja de brillar / toco una flor y se ha de marchitar / negra suerte la que me tocó…”. Lucho Escobar baila y hasta canta bien, sobre todo si se trata del sonero Ismael Rivera. Pero llama la atención que esa mañana –en especial- no dejara de retroceder el casete para escuchar ‘El Incomprendido’. ‘Maelo’ era su artista favorito y de la mayoría de ‘Los Cotizados’, morenos quimbosos y elegantes para caminar por las calles de La Victoria. Famosos y panudos. Populares y queridos. Amados y envidiados. Tocados. Fantásticos.
Sorprende que el ‘Potrillo’ insistiera con ‘El Incomprendido’ en ese viaje a Pucallpa ya que su canción favorita era ‘Dueña de mi inspiración’. Hace pocos días le dio un triunfo a ‘Los Cotizados’ que pasaría a la historia. Y no fue en una cancha de fútbol. Menos de local. Fue en la propia casa de César Loyola del Sporting Cristal, aclamado por ser el mejor bailarín que se haya visto en la pelotita peruana en todos los tiempos.
Escobar, si algo tenía, era cuajo. Se dio el lujo de ir hasta el Rímac para terminar con el reinado de Loyola, buena gente, pero invencible e insoportable. Las chicas del vóley peruano siempre acompañan a esas veladas y se entusiasman porque tendrán que decidir quién lo hace mejor esa noche. Suena ‘Cúcala’ de Celia Cruz y el local saca a Cenaida y la verdad que su desplazamiento es mágico por la velocidad con la matadora. La cadencia y suavidad a la vez llenan de sabor.
Como siempre, se gana un 10 olímpico de calificación.
Va Lucho. Dice dos o tres cosas en medio de la sala y nadie sabe si es en broma o es en serio. Algo así como que él es grande –a secas- y no agrandado. Decide bailar solo y sin pareja porque tiene preparado algo especial y contundente. Loyola se ríe y lo ningunea. El victoriano grita que pongan la música que pidió (‘Dueña de mi inspiración’) y se sirve un vaso de cerveza al tope, y antes de tomarlo como todos suponían, lo lleva a su cabeza.
Loyola no quiere que la casa se inunde y trata de detenerlo, pero principalmente no quiere que ese acto salga como estaba previsto. Daniel Reyes, el más serio de ‘Los Cotizados’, pone el brazo y le dice al rimense que deje bailar… al cabo de los 3:24 que dura el tema fue unánime que había un nuevo rey en esas canchas que eran tan importantes como las del Estadio Nacional o Matute.
“Torturita no, dulzurita sí / torturita no… dónde está la dueña de mi amor, dónde está mi corazón? / Hace tiempo que no sé de ti, me enloquece esta pasión…”. Lucho agradece la ovación de la sala igual como lo hizo siempre que le anotaba un gol a Ramón Quiroga en los clásicos. Es un negro guapo cuando se trata de ufanarse entre los ‘Cotizados’.
Pero ahora, en el vestuario del estadio de Pucallpa, está serio y solo le habla a ‘Pechito’ que tenga cuidado con la cancha, que no está para salir jugando y que haga lo suyo, rechazar. Pide el cuadro del Señor de los Milagros y se encomienda. Recibe los últimos masajes con el dorso desnudo por el sofocante calor. Silba. Es la calma del desesperado. Es el primero en estar listo y como dueño del parlante que suena, insiste con ‘El Incomprendido’.
“Aún así con mis presagios tendré tu nombre a flor de labios y moriré / Alalaleaa… por qué no me comprenden a mí si yo soy un negrito chévere”. Silba y canta. Y sale a jugarse la vida.
Texto tomado del Facebook del autor