No es la primera vez que Matute arde en llamas debido a la inoperancia de su equipo, pero nunca tanto como el sábado ante Alianza Atlético. Nunca -en su historia- existió un once de Alianza Lima tan alejado de su esencia, tan escaso de ideas y tan cercano a la nada. Alianza vive reducido a su mínima expresión. Su fútbol es un grito lastimero y hay razones para entender que el elemento clave de esta crisis se llama Roberto Mosquera.
ESCRIBE: ELKIN SOTELO
“Lo que no nace, no crece”, rezan debajo de muchos techos. Esto aplica para Roberto Mosquera y su currículo extraordinario, pero que jamás tuvo idea del significado de un monstruo como Alianza Lima. Sus conocimientos de estrategia y de entrenamiento no calaron en las cabezas de un grupo de jugadores que poco a poco fueron perdiendo la confianza en el discurso de su entrenador. Y eso en el fútbol pesa demasiado.
Entrando ya a su décimo mes de trabajo, Roberto Mosquera jamás pudo hacer de Alianza Lima un equipo con argumento que se reconozca. Ni siquiera es un equipo que juegue mal dentro de un estilo; Alianza no presenta ningún color y ha llegado al punto de ni siquiera ser incómodo en el propio estadio de Matute. El pico más bajo de rendimiento fue anoche contra Sullana, un espejismo de partido.
Lo más impactante del pobre juego de Alianza Lima fue el aislamiento de sus jugadores en plenas acciones. Ningún elemento se muestra libre para recibir y asociarse, nadie quiere asumir un protagonismo y a los que tienen la función de iniciar la propuesta desde campo propio solo les queda lanzar el balón a su suerte a ver si Dios se encarga de un milagro.
En el mejor de los casos, anoche Alianza Lima se esperanzaba en que aparezca la individualidad de Montaño o Ramírez, pero ambos fracasaron por inexistencia de conexiones. A esto se sumó el orden defensivo de Sullana, en el que destacaron Rivas y Valencia. Lionard Pajoy nunca recibió cómodo una pelota y siempre estuvo solo y rodeado de excesiva marca, que lo anuló de cara al arco de Diego Carranza.
En la primera etapa del paupérrimo encuentro -salvo un mano a mano de Pajoy y Carranza- Alianza Lima no ofreció mayores situaciones de gol concretas. Y en el complemento, la realidad no fue distinta a partir de que Mimbela ingresó al campo a marcar alguna diferencia, pero se lo notó muy impreciso y se contagió de la inoperancia de todo el equipo grone.
No se aprecia ninguna posibilidad de recuperación con Mosquera y es un momento delicado para la institución y su Administración, que debe tomar una decisión al respecto. La única manera de salvar el año es acabar dentro de los cuatro primeros del puntaje acumulado, para seguir tentando al título nacional y los de Alianza Lima ya cayeron al sexto lugar con toda justicia.
¿Mosquera es capaz de cambiarle el chip a este grupo de jugadores? Es la pregunta que el hombre responsable del fútbol de Alianza Lima y gerente del mismo, Gustavo Zevallos, debe haberse hecho toda la noche para no traicionar su perfil de cordura y seriedad. Se entiende que no es partidario de cambiar al entrenador que él mismo se tardó en convencer, pero también le zumba la idea en la mente de que este plantel necesita sacudirse de la modorra de escuchar a diario un discurso gaseoso y que ya no convence; por el contrario, una voz que parece no darse cuenta que Alianza necesita de un fútbol tangible, eficaz y que se traduzca en resultados. Por eso, Mosquera no va más...
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#AlianzaLima: Así quedó la tabla con el empate blanquiazul [FOTO] https://t.co/iLIiB8V1ea pic.twitter.com/uAeuI7csIa— Diario El Bocón (@elbocononline) 25 de septiembre de 2016