El presidente de la Federación Peruana de Fútbol Agustín Lozano se levantó el último viernes fresco, renovado, se acordó seguramente de cuando escuchaba al vocalista de ‘Los hombres G’ y les cantó a los directivos de Binacional y Alianza Lima… “Visiten nuestro bar”.

El problema es que el titular de la FPF no es David Summers. No sale en videos multicolores bien acompañado manejando un carro descapotable. Él viaja en autos cerrados, de lunas polarizadas, sale en reportajes más bien grises, por denuncias no aclaradas, y claro, no canta igual. Entonces su VAR, este que debería ayudar en lugar de condenar a los árbitros en el fútbol, terminó siendo un hermoso despropósito.

Para parafrasear a alguien, Michael Espinoza es Michael Espinoza. Y lo dejamos ahí. Pero bien asistido con la tecnología, pudo –subrayemos el condicional- tener un mejor arbitraje en la altura de Juliaca, ahí donde la lengua termina como corbata, en esta primera final del fútbol peruano que ha dividido opiniones en cuanto a la expulsión de Rossel y el criterio distinto para juzgar la agresión de Rodríguez a Cartagena. En otros países, el controvertido VAR se ensayó por muchos meses, se utilizó primero en partidos de menor importancia antes de instaurarlo de manera oficial.

Es cierto que no todas las faltas son para ir en consulta al VAR, pero también que nuestros réferis deberían haber estado mejor preparados para su aplicación nada menos que en una final, donde hay tanto en juego desde lo deportivo y económico.

Esta reforma en el fútbol, que a nosotros no nos gusta mucho, hay que aceptarla pero entendiendo que debe ser una herramienta de apoyo, no una que exponga y potencie más, los errores arbitrales. Finalmente, con terna nacional o extranjera, los hinchas de Alianza que recibieron al equipo en el Jorge Chávez después de la goleada y los que agotaron las entradas en tiempo record para la revancha, han dado un mensaje de fe y convicción. Tres goles de diferencia son importantes, pero no son concluyentes. El domingo continúa esta historia.