Con la sonrisa evadiendo las horas, sobreestimulada aún pese al tiempo; la imagen sigue ahí, vívida, fresca, brutal; como un misil estallando en los ojos: Alianza Lima celebrando el triunfo sobre Universitario. Un 2-0 que no es solo un 2-0, un triunfo que es mucho más; una bocanada, una inyección, un abrazo, un beso. Una reconciliación con el amor de tu vida. Un cariño bonito, lindo, que te hace cosquillas, que te genera estar donde sea que estés, ahora, leyendo esto y a la vez sintiendo todavía ese nerviosismo eléctrico recorriéndote de pies a cabeza por ese tiro libre hermoso de Pacheco, y aún más por ese amague de huevos que Aguiar concreta para un proyectil tan hermoso como un boca a boca con tu media naranja. Espléndido.
A medida
Si hubo un primer tiempo fue para delinear la catástrofe que encontraría un epicentro en la limitación de Cáceda para comportarse a la altura de un clásico. Si hubo anoche una reacción en tienda crema, fue la de Guastavino para salir a pedir perdón a los hinchas tras el minuto noventa. Caballeroso, digno, honesto. Pero inválido dentro del campo. Porque el equipo de Chale fue un divorcio en proceso con la pelota, muy distante, poco convincente y con individualidades muy por debajo de su rendimiento natural.
Tuvo, sin embargo, el cuadro crema hasta tres opciones para embocarla en el arco de Butrón. La mala suerte o la falta de tino para pegarle firme definieron el partido.
Alianza demoledor
Fue en la segunda parte que Alianza estalló en juego vertical y profundidad. Sin embargo, el camino llegaría desde la pelota parada.
Un tiro libre de Pacheco en complicidad con Cáceda, que ingresa lindo por el palo derecho de un arquero que vuela inútilmente.
Golazo y Alianza desde ese momento redujo los esfuerzos poco convincentes de la crema.
Chale atinó a poner a Alexi Gómez para la proyección, pero no funcionó. Hohberg y Aguiar iban creciendo sin contención que la evitara.
Rengifo, además de errático, perdido. Abandonado a su suerte. Lo de Tejada era aún más dramático.
Es así como llegaría el segundo tanto, en una invitación defensiva, una parálisis línea a línea y de paso por el área. Aguiar siguió avanzando hasta sacar el latigazo para llevarse consigo a Cáceda y poner el definitivo 2-0.
Un triunfo que concilia al hincha con el equipo, que despeja dudas y que deja a Bengoechea con tranquilidad para seguir trabajando. Una fiesta que deja buenas amistades, como la de Hohberg con Aguiar en el mediocampo, como la de Pacheco que anota después de ocho meses y puede significar algún tipo de despegue.
En tienda crema, en cambio, dejó abierta una herida complicada. Deja desencanto por un plantel plagado de figuras que en conjunto muestra poco y a nivel individual parece desarmarse. Que deja a un Juan Manuel Vargas agresivo para el insulto, pero para nada más. Una ‘U’ grave desde el banco hasta el último refuerzo, como Figuera, que representó de manera impecable lo que fue anoche Universitario.
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