Tuvo que pasar más de un año para que Guillermo Sanguinetti entendiera lo que todo el Perú sabía de plano: que Alianza Lima no puede traicionar su estirpe. Que el pelotazo buscando la cabeza del delantero de referencia contraviene el ADN íntimo de toque, pase y gambeta. Hoy, ya clasificado a la semifinal del Torneo del Inca, Sanguinetti parece haber exorcizado viejos demonios y ha tenido el buen tino de regresar a los orígenes de un equipo que lleva la estirpe del juego alegre y pícaro.
A su llegada, el técnico uruguayo intentó implantar un estilo del que ni los jugadores ni los propios hinchas sentían como suyo. Funcionó en un primer momento, más por errores de los contrarios que por méritos propios, pero al fin y al cabo funcionó. Por ello quizá el ‘topo’ decidió continuar con su estrategia y no abandonar esa filosofía hasta que todo estuvo perdido.
Cierto es que en la temporada pasada Alianza no contaba con la cantidad de jugadores de buen toque que hoy tiene, pero sería cándido admitir esto como un argumento sólido para abandonar el estilo que ha hecho a Alianza Lima lo que hoy es. Pero hablar del pasado nada bueno trae. Por ello, enfocados en lo que se le viene al conjunto ‘grone’, el cuerpo técnico aliancista debe echar mano de todas sus armas para intentar llegar a la gran final del torneo. Y es que San Martín no será de ninguna manera fácil. El equipo ‘santo’ es de lo mejorcito del campeonato, y su fútbol, agresivo y físico, podría hacerle daño a un Alianza que pareciera sentirse cómodo solo cuando el rival cede suficiente espacio para que los habilidosos -Cueva, Deza, Costa, Landauri- hagan de las suyas.
Sería mentir decir que Alianza juega mal. El equipo ha evolucionado y parece estar encontrando el equilibrio que tanto adoleció en gran parte de la temporada pasada. Todavía, eso sí, no se muestra sólido ni regular, y eso puede pesar ante un rival como la San Martín, que no regala nada y tiene hambre de gloria.
En principio, Alianza pudo evitar un duelo con Garcilaso, que en el Cusco suele ser infranqueable. Ahora todo depende del juego y del nivel de compromiso y sed de gloria del plantel íntimo. El estímulo está ahí: campeonar con uno de los dos equipos más importantes del país luego de casi una década.