En este Mundial hubo descendientes de africanos hasta en la selección de Suiza. Pero, sabe usted cuál fue el primer partido oficial de fútbol entre naciones en el que jugaron morenos? Ocurrió en Buenos Aires en 1916 con ocasión del primer torneo Sudamericano. ¡Ah!, y los hombres de color no eran brasileños sino uruguayos. Se trataba de dos morenos charrúas: Isabelino Gradín y Juan Delgado, nietos de esclavos. En el debut, los celestes ganaron 4-0 a chile con dos goles de Gradín. Al día siguiente la delegación chilena exigió que se anule el partido porque "Uruguay había alineado a dos africanos". Por supuesto, el reclamo no prosperó porque ambos habían nacido en Montevideo. Y en el caso de Gradín, antes había representado a Uruguay en atletismo. Era campeón sudamericano en 400 metros planos. Los morenos no sólo campeonaron con la selección charrúa, sino que Gradín fue el goleador del torneo. Pasaron los años y José Leandro Andrade fue la gran estrella de la selección charrúa que ganó las Olimpiadas de 1924 y 1928 y el Mundial de Uruguay en 1930. Lo llamaban "La maravilla negra". Su sobrino Víctor Rodríguez Andrade fue puntal de la histórica celeste que venció a Brasil en el Maracaná y se llevó el título de 1950. Uruguay siempre ha tenido un nexo con Africa. No sólo por sus jugadores negros sino también por sus ritmos al son de los tamboriles como el candombé, una música muy popular en ese país. Aquí en Sudáfrica se ha sentido como en casa. Quizás por eso su alto rendimiento. Pase lo que pase hoy ante Alemania, quedará en la historia como el mejor equipo latinoamericano del Mundial 2010. Su garra, su historia y su leyenda se pusieron los chimpunes. Jugó en este torneo como si la vida durara 90 minutos. Algunos han hecho alusión a su rudeza, a las patadas hasta el cuello de sus rivales, pero no creo que esa sea la primera referencia de esta selección uruguaya. Sería como recordar al músico alemán Beethoven porque era sordo. Una vez el "Maestro" Tabárez contó: "Me acuerdo de un botija (muchacho) muy individualista, amarrabola. Un día lo tuve conmigo en un partido de práctica. Se gambeteaba a todos, pero no culminaba ni jugaba con sus compañeros. Hasta que no aguanté, saqué del campo a sus diez compañeros y le dije: 'Ahora enfrentate solo al otro equipo'. Por supuesto no pudo. Terminó casi muerto. Le enseñé que la única forma de ganar es jugar para el equipo". Ese relato resume el espíritu de esa selección uruguaya.