Una cura peligrosa

Lo dijimos no hace mucho en este mismo espacio, no tardará en llegar el día en el que, por seguridad, se decida desaparecer el fútbol. Una medida que apunta a ese triste final es la sugerencia del ministro del Interior, Carlos Basombrío, quien ayer aseguró que si la violencia continuaba, los partidos se jugarían a puertas cerradas.

Partamos desde la certeza de que cualquier iniciativa que surja con la intención de erradicar la violencia de los campos de juego será aplaudida desde acá y creo no equivocarme al asegurar que cualquier medio o periodista, no solo deportivo, coincide con dicha postura. Sin embargo, consideramos también que siempre se trata de optar por los caminos más sencillos cuando no siempre son los más adecuados.

Es en ese sentido, coincido con Juan Carlos Ortecho, gerente de comunicaciones de Universitario, cuando dice que alejar a la gente de los estadios es matar al fútbol. No se puede combatir la violencia en los estadios -que de por sí ya es una situación que mata el fútbol- con otra herramienta que apunta a asesinarlo. El trabajo de un ministro del Interior, hasta donde nuestro entender llega, consiste precisamente en encontrar los mecanismos oportunos para solucionar los problemas de seguridad. No necesitamos a un Basombrío para que cierre los estadios, cualquiera con su poder lo podría hacer, no está marcando ninguna diferencia ni sentando precedente alguno, está claudicando ante un grupo de imbéciles en prejuicio de cientos de miles de personas que realmente disfrutan de este deporte.

Coincidimos con Basombrío en que la seguridad en los espectáculos deportivos debe correr por cuenta de los clubes, también estamos de acuerdo en que existe una tremenda inconsistencia en que no encuentra justificación en el hecho de obsequiarle entradas a los barristas. ¿Qué diferencia a un barrista del tipo que quiere ir al estadio con sus hijos? ¿Su predisposición para la violencia?

Es saludable que el ministro haya fijado su atención en este tema, pero lo invocamos a pensar un poco mejor en la solución tomando en cuenta que aquí de lo que se trata es de rescatar la esencia del fútbol y erradicar el lastre de la violencia. Se requiere mano dura, pero regida por la lógica y no por el populismo.