Todos somos culpables

No es difícil enunciar las evidencias que dan pie a pensar que nuestro fútbol se jodió hace ya buen tiempo. No somos serios y algo de ironía tiene aquello porque el fútbol es, finalmente, un juego que por naturaleza se vale del engaño para hacernos vibrar hasta el minuto noventa. El fútbol local no tiene nivel aunque todo el año un canal nos venda el cuento de que aquí se juega el campeonato más difícil del mundo. No somos buenos ni tan malos, pero nos mentimos mejor que nadie. Rara vez un fichaje resulta provechoso por rendimiento, pero el directivo que lo trajo nunca paga pato. Con seis partidos en todo 2015, Santiago Silva puede llegar a Sporting Cristal como nuevo goleador y nadie se escandaliza. Igual, nosotros, los medios, haremos las fotos y repetiremos hasta el mismo día del partido que “quiero romperla” o “es el dueño del gol”. Sin querer queriendo, vamos siendo aleccionados a ilusionar hasta el límite con aquello que colinda con lo falso. Es un círculo vicioso porque la ilusión añadida muchas veces nace desde el representante y sus “amigos” periodistas que por WhatsApp reciben una “exclusiva” a veces muy improbable. O, en el oficio, justificamos la contratación de José Carlos Fernández como goleador en Melgar para pelear la Copa Libertadores, cuando el popular ‘Zlatan’ era segundo suplente la temporada anterior en César Vallejo y su promedio de gol era aún menor que el de un defensa promedio.

A nadie le interesa mucho la realidad porque es tan triste que no es rentable. Tanto así que los dos clubes más importantes de nuestro fútbol han sido carcomidos por sus antiguos dirigentes hasta dejarlos con deudas impagables y no pasa nada. Tanto así que el hincha ha llenado el Estadio Nacional ya más de cuatro veces en cinco fechas del Apertura y los clubes siguen dando pena a nivel internacional. Nos mentimos porque nos gusta. Por eso hay tanto dirigente y representante feliz de lucrar con un muchacho que en dos partidos ya tiene titulares para ser vendido a algún lugar de Europa. No importa que en seis meses vuelva, porque haciendo campaña, puede anclar en un equipo grande o de billetera ancha. Luego le echamos la culpa a Gareca. Lapidamos y nos olvidamos que también somos parte del problema.