Preguntarle a un seleccionador por qué no convocó a tal o cual jugador, y esperar que este nos dé una respuesta que nos satisfaga, es una auténtica quimera. Al director técnico de cualquier equipo se le confiere la responsabilidad y el libre albedrío de contar con quien le plazca, más allá de lo que el merecimiento dicta. Nosotros, como hinchas de la selección y como periodistas, algunos podemos cuestionar sus decisiones, pero no añorar que disipe nuestras dudas.
Ricardo Gareca tiene algo que parece exacerbar a algunas personas: una pasividad única al momento de responder. Quizá si el argentino regalara de vez en cuando frases de antología de la talla de “¡Miserables!” o “¡Los voy a desenmascarar!”, esa ausencia de contenido en sus respuestas se vería compensada por la inexplicable satisfacción que causa en algunas personas ver a alguien perder los papeles. Lo ‘malo’ con el ‘Tigre’ es que jamás pierde la paciencia, algo que llama la atención en un país en el que todos exigen explicaciones.
En lo personal, el estilo que Ricardo Gareca maneja me parece sensato, ojo, hablo de su estilo de manejar a la prensa, no me refiero a sus decisiones como entrenador, ese es un tema aparte. Las pocas veces que lo he visto apasionarse y hasta explayarse han sido cuando se tocan temas de fondo, aquellos que realmente le interesan y en los que sus opiniones no se guardan jamás.
A Ricardo Gareca le preguntan por indisciplina y falta de compromiso en la selección, por ausencias en sus convocatorias, por presencias en las mismas y por situaciones vinculadas a la intimidad de un grupo que está bajo su batuta y al cual, sin dudas, tiene que blindar.
Entendamos de una vez que la selección no es un patrimonio nacional del cual debemos exigir que se nos rindan cuentas, Ricardo Gareca tiene el derecho y quizá hasta el deber de no revelar lo que pasa en la interna de la selección; es una cuestión de confianza. Menos si son temas sensibles como indisciplina o falta de compromiso. Gareca no niega que ambas cosas existan, sencillamente no va a dar nombres ni detallar hechos. Nuestra tarea como prensa tal vez sea, tal vez, encontrar evidencia de ese comportamiento adverso que daña a la selección, pero no pretendamos que el entrenador del equipo nos dé la ‘pepa’. Ya bastante tenemos con esa diplomacia que no niega ni afirma nada, para darnos una idea de lo que está sucediendo.
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