La esencia del discurso de Ricardo Gareca no varía, pero sus prioridades, forzadas por la coyuntura, sí. Cuando el argentino tomó las riendas de la selección peruana y obtuvo el tercer lugar en la Copa América de Chile, su único objetivo era llegar a Rusia 2018. “Para eso estoy aquí y, de no lograrlo veo difícil que continúe”, comentó el ‘Tigre’ por entonces en una entrevista con EL BOCÓN.
Lo que pasó después de ese tercer lugar en 2015 es historia conocida y, casi repetida, nuestra situación en las Eliminatorias -ya sea por bajo rendimiento, malas decisiones o carencia de fortuna- es lamentable. No es imposible llegar al Mundial, pero sí es improbable. Ante esta situación, la visión del técnico de la selección peruana sufrió un cambio por demás entendible y justificado. Ricardo Gareca no solo se dio de cara contra una realidad que no conocía a fondo, sino que, además, se encontró con un fútbol peruano carente de cimientos, al borde del desastre absoluto, casi insalvable. Esto, por supuesto, afectaba directamente su trabajo. Es entonces que la idea Rusia 2018, sin llegar a perder peso, sufrió un baño de sensatez del que el entrenador no podía escapar.
“Me gustaría ser parte del renacer del fútbol peruano, aportar en eso. Si no clasificamos y acá veo algo que me gusta y me proponen continuar, podría quedarme”, señaló Ricardo Gareca en su última entrevista con este diario. Ojo, Ricardo Gareca no cambió su discurso; él sabe que el Mundial es el objetivo primigenio en un país inmediatista y desesperado, pero tiene claro también que solo el camino más largo es el seguro en un país con nuestras carencias.
Es en ese camino que parece llegar esta convocatoria para la Copa América, plagada de rostros nuevos. El llamado del DT de la selección peruana se antoja profético y visionario, además de respaldar sus últimas declaraciones. Pero el verdadero cambio tomará forma luego de este certamen, si es que este grupo funciona y Ricardo Gareca se la juega por ellos en la Eliminatoria. De no ser así, este aire de renovación no pasará de ser una simple y desafortunada anécdota, y Gareca no solo no nos llevará al Mundial, sino que no aportará para el futuro de nada y se perderá en la inestabilidad de su discurso.
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