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Messi no ha muerto

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Redacción El bocon

Actualizado el 24/07/2014, 08:39 a.m.

La llegada de Luis Suárez al Barcelona y las rutilantes contrataciones de Toni Kroos y James Rodríguez, por parte del Real Madrid, han sumido en el olvido la figura del que todavía debe ser considerado como el mejor jugador de esta era. Lionel Messi concluyó la temporada entre lágrimas, luego de perder la final del mundo ante un equipo alemán que no necesitó de estrellas ni héroes caídos del cielo para erguirse como el mejor equipo del orbe.Messi no fue el mejor jugador del Mundial de Brasil, qué duda cabe. Pero mal no lo hizo. Fue determinante en al menos tres partidos de su selección, y el mayor culpable que Argentina llegue al Maracaná sin haber conocido la derrota. Lástima que la historia no contará esto. En cambio, se hablará de la arrolladora Alemania que apabulló a Brasil y ganó el torneo mundial sin apenas despeinarse. Se dirá que Argentina fue un digno finalista, pero que la discreta actuación de su estrella facilitó en gran parte el título germano.Se hablará de cómo en el partido más importante de su vida, Messi anduvo errático, desconocido. Que falló un gol de esos que él nunca falla. Y quedará, por siempre, la fotografía del astro desencajado recibiendo el premio al Balón de Oro del Mundial. Ya nadie comparará la gesta maradoniana del 86 con el Messi de 2014. Se le dejará de llamar D10S, y en los anales de la historia su diminuta figura quedará marcada como la de un gran jugador que nunca pudo alcanzar la gloria con su selección. Los hinchas acérrimos comenzarán a mirar a otros cracks con simpatía, y olvidarán los cientos de goles que Messi convirtió con la casaquilla blaugrana del Barza. Empero, las estadísticas quedarán ahí. Como muestra irrefutable que el 10 argentino no era un jugador más, sino un extraterrestre que rompía récords con una facilidad desopilante.Messi no es Maradona. No enciende las pasiones que Diego encendía, ni juega con el corazón estrujado, como sí lo hacía el único barrilete cósmico. Pero los fríos números le darán la razón a Leo. Su regularidad -inédita en el fútbol moderno- dejará huella, y aunque no levante nunca la Copa del Mundo, será recordado por siempre como el pequeño genio que cada tanto frotaba la lámpara y levantaba los dedos al cielo.

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