Con un aire de certeza y respaldado por alguna verdad que solo él conoce, Jefferson Farfán vaticinó su presencia con la selección en los partidos ante Bolivia y Ecuador que se jugarán en setiembre próximo por las Eliminatorias para Rusia 2018.
Ricardo Gareca fue bastante claro al decir que necesita que Jefferson Farfán juegue en algún club para poder contar con él y si Jefferson afirmó esto públicamente quiere decir que tiene bastante claro su futuro inmediato, ya que cuenta con la seguridad de algo que sucederá en poco más de dos meses. La ‘Foquita’ ya tiene equipo y eso siempre será una buena noticia para las aspiraciones de esta selección.
Pero es imposible no reparar en lo que somos, en lo que hemos sido en los últimos años. Que Jefferson Farfán consiga equipo, sin importar siquiera cuál sea este, nos provee alivio, seguridad. Para nadie es un secreto que se trata del jugador más relevante de Perú en la lucha por la clasificación, que su técnica es impecable y su calidad incuestionable; pero una certeza todavía más grande es esa que nos habla de una estrella a la que pocos equipos pretenden, por la que nadie lucha y que ha pasado una parte importante de su carrera sin actividad, decorando las secciones de espectáculos y los programas de farándula.
Es triste que nuestro mejor jugador registre como mayor hazaña haber sido figura de un equipo alemán de media tabla y que en la que, se supone, era su etapa de madurez futbolística, optó por continuar su carrera en los Emiratos Árabes, invisible para los ojos de la élite futbolística mundial, pero reposando tendido sobre la comodidad de un sueldo grosero.
Hoy Jefferson Farfán deambula entre lesiones e inactividad, ya que el Al Jazira, su equipo, no lo tiene en sus planes. La ‘Foquita’ la pasa bien con los suyos, presta su imagen para productos y vive la vida de una estrella retirada de las canchas, apoyada en el peso de su leyenda.
Pero el problema es que Jefferson Farfán no es el protagonista de ninguna leyenda, su historia se asemeja más a la tesis de un conformismo inexplicable que lastima. Jefferson es, únicamente, el mejor jugador de un país que se parece demasiado a él.