Conocí a Daniel a inicios de los años noventa. Yo era editor del suplemento dominical de ‘Ojo’ y él había ingresado a practicar en la sección de deportes del mismo diario. La afinidad que tenía con nosotros (‘Neto’ Cavagneri, Carlos Espinoza y yo) hacía que esté más en la oficina nuestra que en la de él. Una tarde de 1992 se vino a despedir. Con su rostro desencajado me dijo: “Jorge, me voy, no me quieren en ‘Crack’ (el suplemento deportivo de ‘Ojo’)”. Me sorprendí, pero antes de que se vaya le dije que espere, que esté tranquilo. Días antes, el director Fernando Viaña me había ofrecido la edición de ‘Crack’, así que fui a buscarlo y le comenté lo de Peredo. “No sé por qué lo quieren sacar, pero si asumo el puesto de deportes lo quiero a él”. Fernando, uno de los mejores jefes que tuve en mi carrera, respetó mi decisión y Daniel se quedó. Ese hecho no solo marcó nuestra amistad, sino nuestra hermandad. En su casa, en sus épocas de soltero, yo era un familiar más.
Ya en ‘Crack’, con Daniel decidimos que EL BOCÓN se convierta en una página del suplemento ‘Crack’. Recuerdo como si fuera ayer que el primer dato impactante de la columna de EL BOCÓN fue la afanosa galantería del exdelantero argentino de Cristal Ariel Suescún a su compatriota Irma Ferrazi, una voluptuosa actriz que era la sensación en Lima. La repercusión de esas tres líneas fue extraordinaria. Ese día se hablaba más en el ambiente del fútbol de los ímpetus de Suescún que del partido de Cristal por la Copa Libertadores. ¿Saben quién trajo el dato? Sí, él mismo, Daniel.
Por supuesto, nos acusaron de meternos en la vida privada de los futbolistas. Nosotros siempre respondimos que EL BOCÓN no tiene lectores, tiene hinchas. Siempre hablábamos con Daniel que cada hincha es el jugador que quiso ser y se quedó en el camino, y por eso está a la expectativa de saber todo sobre el deportista, cómo se porta, qué actitud toma cotidianamente, qué hace en sus tiempos libres. Estaba claro que cada futbolista era la extensión del hombre que va a los estadios o que mira los partidos por televisión. Luego fundamos el diario EL BOCÓN y un día nos dejó para irse a la televisión. Ahora nos deja para irse con Dios.
Estas últimas líneas son para ti, mi hermano. Siempre recordaré cuando éramos veinteañeros y nuestros pasos no tenían metas ni cálculos. Ahora estás lejos, pero veo tus fotos y escucho tus narraciones, y se borran las distancias y estás donde quiero que estés, en mi corazón.