Treinta horas de vuelo y tres conexiones desde Pamplona, España, le tomó a Sergio Peña estar hoy en Auckland, Nueva Zelanda, ya hospedado en el lujoso Crowne Hotel junto al resto de la delegación peruana. Centrocampista, diestro, de 22 años y con una ilusión a prueba de balas. Puesto a prueba, horas apenas, por la dramática ausencia de Paolo Guerrero en los dos partidos más importantes de la Blanquirroja en los últimos 35 años. Sergio, que con 19 años en el 2014 dejó Alianza Lima para fichar por el Granada español a cambio de 720 mil euros, es el futbolista que más tiempo tardó en llegar al punto de reunión dentro del itinerario que estipula el tránsito de los jugadores para el primer duelo por el repechaje a Rusia. Es, además, el segundo convocado con menos minutos con la Blanquirroja bajo la conducción de Gareca, con apenas 38 minutos. 52 menos que Juan Vargas y 21 más que Anderson Santamaría, que con 9 minutos es el jugador con menor tiempo de juego en la era del ‘Tigre’.
Peña, como cada uno de sus compañeros en Auckland, ya empezó a jugar otro partido: debe controlar la ansiedad por las horas que aún lo separan del que puede ser el día más hermoso de su vida, los nervios por la brutal expectativa, el temor al posible fracaso, las reacciones físicas que el viaje y el cambio de horario ejercen. Debe, además, burlar los riesgos de lesión para llegar inmaculado al viernes. Peña cumplirá 23 en setiembre del próximo año y, como el resto de jugadores, sueña llegar a ese momento como mundialista. Sueña como sueñan también César Ortiz, Renzo Revoredo, Carlos Zambrano, Jair Céspedes, Carlos Ascues, Josepmir Ballón, Adán Balbín, Christofer Gonzales, Joel Sánchez, Carlos Lobatón, Cristian Benavente, Irven Ávila o Claudio Pizarro. Todos parte de este proceso del seleccionado, todos con las revoluciones a mil por estos próximos días, como jugadores, como espectadores y como hinchas.
¿Que no estará Paolo? Eso es mentira. Si hay una certeza que se universaliza desde el primer kilómetro de viaje es que Guerrero va y jugará en cada uno de los que le toque hacerle frente a Nueva Zelanda. Hoy, la identificación con el goleador es tan intensa y cómplice para darles esperanza, como una oración o una foto de familia. Y será, posiblemente, uno de los grandes orígenes de la fuerza que los mueva a buscar el triunfo.