Conocí a "Lolo" Fernández en el verano de 1976. Yo tenía 10 años y jugaba en las "miniaturas" del Sport Boys, en tiempos que las categorías no eran fechas de calendarios sino referencias como "calichines, "infantiles" y "juveniles". La figura era Carlos "Marrón" Atoche, el único de nosotros que llegó a Primera. Debíamos afrontar un partido ante Universitario en su estadio de Breña y nuestro técnico, el histórico don Gualberto Lizárraga, nos había dicho en la mañana que "los chalacos debemos demostrar que tenemos más garra que ellos, además, va a estar Lolo Fernández, así que nuestros rivales van a estar muy motivados".
Viajamos apiñados en la vieja camioneta del señor Moscol. En el camino, don Gualberto, fundador y ex futbolista del Sport Boys, relataba las hazañas de "Lolo". Cuando llegamos al estadio todos queríamos ser como él.
Don Gualberto se abrazó con "Lolo" y nos presentó uno a uno. Cuando el legendario "Cañonero" llegó a mí, él estaba comentando que los chalacos son bravos desde niños. Me dio la mano y siguió su recorrido con una sonrisa. Fue breve, un par de segundos, pero a mí me dura hasta hoy, como si me hubiera dado un abrazo de toda la vida.
Las epopeyas, los goles, los campeonatos, la leyenda de "Lolo" están en los libros, pero para mí están en el corazón. Por eso entiendo tanta fiesta por los "Cien años" del máximo ídolo de Universitario. Porque en este caso cien no es una acumulación de tiempo, es una ruta llena de emoción.
Conocí más cosas de "Lolo" en mis charlas con "Toto" Terry, columnista en el diario OJO, cuando yo era jefe de deportes en ese diario a inicios de los años noventas. Alguna vez le pregunté a Alberto, por qué "Lolo" y él nunca jugaron en el extranjero. "Porque para nosotros Lima era París", respondía. Cuando le pedía que me explique cómo era jugar con "Lolo", me decía: "Él atraía como un imán a los defensas y entonces había muchos espacios libres para mí y mis compañeros. Todo se hacía fácil. Ah, si un arco se cerraba como una caja fuerte, él lo abría a pura dinamita".
veces, junto a Daniel Peredo y "Neto" Cavagneri, fastidiábamos a "Toto". Llegaba a la redacción y le decíamos en plan de joda: "Tanta vaina, si Lolo y tú nunca jugaron un mundial". El gringo, con su guayabera abierta en el pecho y su pantalón de buzo, tronando más que hablando, nos respondía: "Si hubiéramos jugado en las eliminatorias de 1934 hasta 1954, clasificábamos a todos los mundiales y Lolo hubiera metido más goles que Gerd Muller. No como los malos de ahora".
Pasaron tantos años de las proezas de "Lolo" y se le sigue recordando. Ahora comprendo que las personas no son importantes porque existen, son importantes porque se piensa en ellas.