Cristian Benavente desde pequeño escuchó, cada noche antes de irse dormir, sobre el fabuloso imperio de los incas, de las cumbres y quebradas que adornan la geografía de Perú, de la belleza de esta tierra y, por si fuera poco, a diario degustó de su famosa gastronomía gracias a las manos de su madre, Magali Bristol, exvoleibolista de la selección nacional, quien inculcó en él, el cariño por una patria lejana. Esa misma que lo alcanzó cuando, tras destacar en los juveniles del Real Madrid, fue convocado a la selección Sub-17 y luego la Sub-20, teniendo la oportunidad de venir a ese país que hasta entonces solo existía en su imaginario emocional y en el amor que le profesó intensamente su progenitora.
Nació en España pero adoptó la nacionalidad y una vez que estuvo aquí, más pronto que tarde la ficción se convirtió en realidad. El ‘Chaval’ sintió de inmediato el cariño de la gente, que nada le resultaba extraño, sino común, como si siempre hubiera estado en casa y no de visita. Conoció a sus familiares en Lima y el afecto acabó por desbordarlo, al punto que decidió ser parte de la selección mayor.
Fue llamado por Markarián y el sentimiento con la hinchada se hizo indestructible. Vino luego Bengoechea y después Gareca y nada cambió. Ni siquiera cuando su carrera profesional entró en un bache al dejar el Real Madrid Castilla, diluirse en el MKD de la segunda inglesa, para resurgir ahora en el Royal Charleroi Sporting Club de Bélgica que le dio la continuidad que necesitaba para regresar a la selección.
Distinto a la historia de Gianluca Lapadula, de madre también peruana, pero cuya influencia paterna y el entorno hizo que se sintiera orgullosamente italiano y solo tome como recuerdos aquellas cosas que le narró doña Blanca, al punto que nunca le inquietó algún interés de conocer el Perú, ni siquiera de vacaciones.
Por eso, tras la visita de Ricardo Gareca para ofrecerle la chance de vestir la camiseta blanquirroja en las Eliminatorias, ‘Lapagol’ pidió tiempo para reflexionar, no sin antes confesar públicamente que su sueño es jugar por la selección italiana y vestir la camiseta azul. Claro, “aunque es un orgullo que en Perú piensen en mí”.
Bien dicen que “no crece lo que no nace”, y esa es una verdad indiscutible en el simil de estos dos jugadores.
El ‘Chaval’ salió de entre sus cenizas, como ave Fénix, para cumplir con su sueño de volver a la selección, tras no ser considerado para la Copa América de Chile y los primeros partidos de las Eliminatorias; Lapadula en cambió únicamente piensa en jugar en Italia, luchar el ascenso con Pescara, lograr su pase a un equipo grande del Calcio y quién sabe, en una de esas alcanzar su sueño de ser convocado por los tetracampeones del mundo. Total, Perú hace 35 años que no clasifica a un Mundial, está colero en su camino a Rusia 2018 y eso no lo afecta para nada en sus sentimientos. Son dos historias parecidas, pero no iguales. Distintas. Nada menos, ni nada más.