"Estoy más nervioso que cuando mi Muni se jugaba el ascenso hace unos años", dijo mi abuelo mientras almorzábamos la tarde de ayer. Él ha visto a la selección peruana en los últimos tres Mundiales a los que se clasificó. Él sabe lo que es esa emoción de lograr una clasificación, se ha amanecido para gritar los goles y ha llorado cuando los eliminaron. A pesar de su avanzada edad, estas Eliminatorias volvió a ser un niño que se emociona, algunas veces hasta las lágrimas, al ver a la blanquirroja dejándolo todo en las canchas.
Escribe: Adriana Barrantes
@Adbarrantesg
El Perú vs. Nueva Zelanda es el último examen que falta aprobar para, luego de 36 años, ver a la blanquirroja en un Mundial. España 82 fue el último al que la selección peruana asistió. Desde aquella época la ilusión y confianza para un grupo de jugadores, poco a poco, se fue desvaneciendo. Un país, que por tradición, es futbolero dejó de sentir ese calor en el corazón y, dolido por tantas decepciones a lo largo de las 8 Eliminatorias que no se logró el objetivo, se planteó no volver a creer en ti, blanquirroja.
El destino tiene muchas sorpresas y para estas Eliminatorias la selección peruana sería protagonista. En el 2015 se anunció la llegada del nuevo técnico de la blanquirroja. Es argentino y sabe de fútbol, se leía en las redes sociales. Pero muy pocos contemplaron quién fue el que tomó las riendas de un plantel, por el que ni nosotros creíamos. Un 30 de junio de 1985, en el estadio Monumental de River Plate, un jugador alto, delgado, de cabellera rubia nos quitaba el sueño mundialista. Faltaban 6 minutos para sellar la clasificación a México 86, Perú ganaba por 1-2 y ese resultado nos metía a la Copa del Mundo, pero un joven Ricardo Gareca hizo explotar las gradas del coloso 'Millonario' y marcó el inicio de la relación amor-odio de los hinchas con la bicolor, un amor que solo pocos entienden y un 'odio' que muchos apoyaron.
Treinta años pasaron desde aquel día tan doloroso para los peruanos. Treinta años del más duro golpe que se pudo recibir. Treinta años pasaron desde que Ricardo Gareca metió a Argentina al Mundial y eliminó a la selección peruana. Treinta años desde que el "Tigre" tomó las riendas de la blanquirroja y partido a partido le enseñó a soñar y creer a todo un país. Son once guerreros los que estarán en la cancha del estadio Nacional, pero más de 30 millones de peruanos que alentarán desde sus casas, calles, bares o donde vea el Perú vs. Nueva Zelanda y quizás seamos testigos del inicio de una nueva historia.
Hay generaciones que tuvieron la dicha de ver a la selección peruana en un Mundial, para ellos el volver a vivir esa sensación es abrir el baúl de los recuerdos, ponerse nuevamente la blanquirroja e ir de la mano con la nueva generación, la tuya, la mía, la de muchos que desde pequeños envidiamos a otros países de inflar el pecho por sus colores. Hoy, es el gran día de todo el país. Solo 90 minutos nos separan del gran sueño que se empezó a formar con la llegada de aquel que nos dio uno de los dolores más fuertes que sufrieron los hinchas en el 85 y esta noche nos puede dar la alegría más grande. Ricardo Gareca, su comando técnico, su plantel, los hinchas y todo el Perú ha vuelto a creer, a confiar en el fútbol nacional. Por 36 años, Lima no lució tan unida ni con el rojo y blanco tan visible. Ese rojo de la sangre nueva que se funde con la generación que sí vio a la selección peruana en una Copa del Mundo y ese blanco que es de paz y calma, la paz de poder derramar lágrimas de alegría y emoción porque se consiguió el objetivo y nos quedamos con el último boleto a Rusia.
No sé qué pase hoy pero durante 90 minutos se dejará el alma y la garganta en la cancha. Lloraremos, lloraré, no sabemos si de alegría o tristeza, pero esas lágrimas reflejarán el amor que los verdaderos hinchas sienten por la bicolor. Lo que sí sé es que este equipo le devolvió la esperanza a un país futbolero que dejó de creer, respirar y vivir fútbol. Sé que esta selección peruana le ha dado muchas alegrías a mi generación, a esa que durante tantos años esperó este día, esta noche. Que tantas veces soñó con un momento así y a puertas de lo que podría ser el mejor día de nuestras vidas no le daré la espalda nunca más y llevaré con orgullo la blanquirroja, en las buenas y malas. Gracias, Perú. Hoy confío en ti más que nunca.
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