(Fotos: Francisco Neyra | GEC)
(Fotos: Francisco Neyra | GEC)

La tarde fue nublada, el sol había huido. Y once jugadores salieron por primera vez vestidos completamente de negro, como adelantando el luto, la pérdida. En este ambiente tétrico, cayó una vez más en el Torneo Apertura y dejó más dudas sobre el equipo, el método y el juego que intenta proponer a escondidas. Pues, pese a ser su cuarto partido, aún no se define cuál será la esencia de su fútbol, ya que quiere jugar al practicismo pero no es práctico, y trata de ser vistoso, pero no es para nada vistoso.

Y en ese remolino de dudas y miedos, se va perdiendo partido a partido. No encuentra un once, no encuentra un estilo, no se encuentra a sí mismo. Son contadas las veces que generó y propuso ante , pero son incontables los bostezos que el partido provocó, pues en vez de ser el protagonista estelar, salió al campo sin salir, fue un ausente, un sujeto tácito, un espectador dentro del escenario.

Y Ayacucho, sin mucho y sin poco, castigó. Con una delantera tan lejos de la confianza, Exar Rosales no pasó apuros. Con un mediocampo tan desordenado, Roberto Ardiles y Leandro Sosa corrían con más libertad que en los entrenamientos matutinos. Y con una defensa que aún no se entiende en la línea de tres, cinco o la que quiso parar, Mauricio Montes pudo pelear todas. Fue, entonces, un partido fácil frente a un rival nada fácil, pero que hizo todo demasiado fácil.

Golpe al orgullo

Ni el inicio, ni el transcurso, ni el final fue auspicioso para Alianza Lima. No quiso renunciar al fútbol, pero hizo todo para que sea el fútbol quien renuncie a él. En ese proceso, los ‘zorros’ fueron adelantando líneas, presionando a los lados y generando. Y así llegó el primero. En lo que tuvo que ser un contragolpe de , pasó por perdiendo el balón en salida, y , Joao Montoya y Carlos Beltrán cayendo a coreografía al césped, y terminó con Sosa cabeceando de palomita. Una caricatura de 1-0.

Entonces, los ‘íntimos’ salieron a buscarlo, pero sin saber en realidad qué buscaban. Corrían, iban, venían, lanzaban, gritaban, golpeaban, observaban el palo de y punto final. The end. Se acabó la historia. Así que mandaron a Zuñiga y Arroé, que dieron más vértigo, más ganas y más de todo. Pero con la sensación de que no era ni el vértigo ni las ganas lo que buscaban. Repito, no sabían qué buscar.

Y para sentenciarlo, para dar el golpe final y acabar con estos minutos de Dios sabe qué en los jugadores ‘grones’, Carlos Olascuaga, sí Olascuaga, entró por la izquierda, amagó a Beltrán, tiró a portería, venció a Espinoza y dejó a Quijada rechazando viento en la línea del arco. Otra caricatura. Ya nadie quería verlo, había muerto Alianza, estaba de luto y murió sin saber a qué fue a Ayacucho. Hasta el sol huyó para no ser testigo, y dejó la tarde nublada y con un frío inquietante.