Como un síntoma del conflicto en el juego de Alianza Lima, el que defiende, toma posesión de la pelota y hace a un lado a quien se le paga para hacer los goles. Curtido, vehemente, endemoniado por reafirmar su ego; dispara. Y es en ese punto en que la realidad lo deja chiquitito. El portero Ruiz adivina y ataja. Podrido todo.
Media hora antes, Unión Comercio habría la cuenta gracias un majestuoso gesto técnico de su goleador Diego Mayora, quien inutilizó a Duclós con un giro completo de su cuerpo sobre la pelota y definió demasiado exquisito para una defensa y un arquero intrascendentes.
Corazón vacío
Este Alianza no tiene profundidad ni contundencia. Lionard Pajoy falla cinco goles por cada gol que anota. Mimbela es pretencioso, pero deambula por falta de compañía en busca de paredes. El actual técnico no ha logrado potenciar a Reimond Manco ni mucho menos a Johnnier Montaño. Ninguno suma más allá de la irregularidad. Alianza puede llegar a ser un buen equipo, pero este año no ha logrado articularse aún como candidato firme al campeonato. Y eso que ya estamos por llegar a junio.
Unión Comercio, mucho más práctico, depredó las aspiraciones del equipo íntimo apenas resistiendo el cero en bloques defensivos bastante bien estructurados. El resto del trabajo lo hizo el mismo Alianza con una ataque displicente, torpe.
Solo dos ataques claros en media hora: primero a los 13’ con un cabezazo del zaguero Aparicio que terminó afuera y a los 35’ una definición equivocada de ‘Cachito’ Ramírez que bien pudo ser el primero.
Tres minutos después llegaba el tanto de la visita: un ataque rápido que encontraría una defensa desorganizada, a un Duclós otra vez devorado por la inocencia y a un Walter Ibáñez no habido. Así, Mayora define impecable para vencer a Forsyth y poner un meritorio 1-0.
Pando, Montaño y Larrauri ingresaron en el complemento; pero ninguno resultaría una solución.
A la media hora, un Yhirbis Córdova le dio un respiro al equipo íntimo: sin posibilidades de profundidad, su mayor oportunidad llegaría desde la bondad de los doce pasos.
Walter Ibáñez, fatal en el rol defensivo, quiso ser apasionado y reivindicarse. Se paró frente al ‘Banana’ Ruiz y remató seco y abajo. Falló y terminó haciendo trizas la moral del equipo.
Manco, distanciado de la técnica y el acierto, lanzaba centros esperando a un Pando inmovilizado por el estrés de ser un goleador que no es. La cancha se hacía demasiado grande o los locales demasiado diminutos porque nada funcionaba.
Adiós, colombiano
Los restantes quince minutos fueron de desesperación y errores. Alianza nunca supo cómo. Johnnier Montaño, un jugador sobrestimado y apático para el fútbol, fue quien volvería a revelar el estado de ánimo del equipo: errático e incapaz, apeló a la pérdida de control. Reventó en la reacción violenta y se ganó la roja por agresión a Bogado. Ahí se terminaría por hundir eso que es Alianza Lima en la cancha.
El colombiano, de un año fatídico, volvía a ser protagonista en un partido de fútbol, aunque esta vez no por una caricia técnica o un gol espléndido, sino por una chiquillada que le costó al equipo y debería costarle al jugador algo más que ser confinado a la banca con un salario que cura cualquier herida.
Alianza Lima no intentó más porque no pudo. El rival, Unión Comercio, hacía la tarea ante un equipo desproporcionado e irregular. Sin capacidad defensiva ni capacidad en ataque. Un equipo muy alejado de esa idea táctica y fantástica que Roberto Mosquera narra en cada conferencia de prensa.
Alianza Lima sumó su tercera derrota en Matute este 2016 y ya acumula 11 puntos perdidos de los 27 disputados en condición de local. Números que lo deberían condenar para ser borrado de los candidatos al título. Este Alianza no se lo merece y quizá Mosquera lo sabe. Quizá este lunes tenga otra idea loca como apelar a Batman para bajar las revoluciones y apalear las críticas. Quién sabe. A lo mejor ya se dio cuenta de que este equipo no da para más.